CORAZONES ATADOS. CAPÍTULO 25. ¿Qué está haciendo ella aquí?
Si alguien le hubiera dicho a James King que el amor era así, de verdad no lo hubiera creído. Durante un par de años había creído que tenía algo parecido con Sabrina, pero ahora se daba cuenta de que su exesposa solo le gustaba, y era agradable acostarse con ella. Pero la ternura, la pasión desesperada y esa agonía literal ante la sola idea de perderla… eso nunca lo había sentido antes por nadie más.
-A veces me parece que es mentira -murmuró James mientras miraba al cielo, acostado en el muelle y con la cabeza recostada sobre un antebrazo.
-¿Qué cosa? -preguntó Maddi acariciando su cabello.
-Todo esto. Tú y yo… lo que pasó. La forma en que nos conocimos, Maddi. ¿Tú crees en el destino? – dijo James.
-No lo sé… pero estoy feliz de haberte encontrado -respondió ella-. Hay cierta clase de dolor al que es difícil sobrevivir… pero yo siento que puedo sobrevivir a cualquier cosa si estoy contigo.
A James se le hizo un nudo en la garganta porque sabía que Maddi se refería al bebé que habían perdido, pero solo la abrazó con fuerza. Pasaron el resto del día allí, simplemente disfrutando el placer de estar juntos y de hacer el amor. Se sentían vivos y agradecidos de tenerse el uno al otro.
Solo pocos días después Maddi comenzó la universidad, James la acompañó el primer día y le dio el beso más posesivo del mucho cuando le abrió la puerta del coche para que se bajara.
-¿Te gustaría hacerme pis en una pierna también? Escuché que el pantalón orinado es la última moda – se burló Maddi porque los ojos de James parecían un scanner recorriendo los parques del campus.
-Hay mucho jovencito hormonal aquí -rezongó él.
-No te preocupes, amor, a mí me gustan las maduritos celosos -sonrió ella con coquetería. 1
-¡Oye yo no soy madurito! -rezongó James y se “despidió” de ella tres veces más antes de subirse a su auto y marcharse.
Se iba despreocupado porque Sibar se quedaba con ella y porque el detective mantenía vigilado a Martin, y por otro lado Nahia estaba haciéndole la vida difícil a su guardaespaldas pero ni ella llamaba para que se lo cambiaran ni él llamaba para renunciar, así que como había dicho Maddi, ellos acabarian entendiéndose. 2
Las semanas que siguieron fueron simplemente hermosas. A Maddi le encantaba la universidad, cada día llegaba a la oficina con el asombro reflejado en el rostro y parecía que cada vez se decantaba o James lograba convencerla más de estudiar algo que tuviera que ver con los negocios.
Pasaban juntos tanto tiempo como podían y viajaban mucho. Participaban sin falta en cada reunión familiar y James programaba sus viajes de negocios para los fines de semana, para que Maddi pudiera acompañarlo sin faltar a la universidad, sin embargo aquel en particular no había podido acomodarlo.
-Lo siento, nena, tengo que ir a Manchester, la compañía tiene unos clientes reales y con esto quiero decir “de la realeza” que aparentemente no pueden esperar para inaugurar su hotel -dijo empacando su maleta- ¿Por qué no vienes conmigo?
-Es mitad de semana, cariño, no quiero faltar a la universidad -respondió Maddi.
-Pues deberías venir, que sepas que la hermana de nuestro cliente es muy fresca y anda detrás de este cuerpecito desde hace años -la provocó James inclinándose para darle un beso coqueto.
-¿De verdad? -murmuró Maddi siguiéndole el juego.
-¡Claro que sí, se llama Beatrice Westerfield y ha tratado de seducirme más veces de las que puedo contar! -la azuzó él.
-No te lo creo. Sabrina la hubiera despeluzado hace años también -se burló Maddi.
-¡Sabrina hasta me hubiera compartido! -exclamó James-. Cualquiera que tuviera sangre azul era sagrado para ella. Honestamente no sé por qué se casó conmigo y no con un duque.
-¿Porque tú tienes más dinero que un duque?
-Estoy desheredado, ¿te acuerdas? -James le abrió los ojos.
-Cierto! -rio Maddi y se levantó de su sillón para tumbarlo en la cama y caer sobre él-. Pero a mí me gustas así.
Le plantó un beso que puso a James a suspirar y casi acabó suplicándole.
-Por favor, ven conmigo, de verdad no quiero ir solito.
-No te va a pasar nada, ¿quieres que te preste a Sibar? -se rio ella y James casi casi no se subió a aquel avión.
Era jueves y Maddi fue a sus clases como de costumbre. Estuvo chateando con James todo el día y en la noche le hizo una videollamada. A James no le importó interrumpir la cena en la que estaba y salió a los jardines del restaurante. Él insistía en que Maddi fuera a acompañarlo y ella en que no podía perderse
las clases.
-Te extraño -protestó él como si fuera un niño-. ¿De verdad no puedes hacer un esfuercito y venir?
Maddi suspiró mientras miraba a James en la pantalla. Él estaba siendo el mismo encantador de siempre, intentando convencerla de que fuera con él a Manchester. Estaba a punto de decirle que no de nuevo cuando Maddi escuchó una voz chillona detrás de su novio.
-James, cariño, papá pregunta por qué te demoras tanto. Estamos esperando por ti, cielo.
Maddi lo vio poner los ojos en blanco con molestia.
-Adivino, esa es Beatrice Westerfield -murmuró Maddi con incomodidad porque solo su tono bastaba para darse cuenta de que era una melosa, pegajosa, chilletas, fresca, roba novios…
-¿Maddi? ¡Maddi! -La muchacha reaccionó después del tercer grito de James-. ¿Me estás escuchando?
-Si… sí, te escucho.
-Es que te quedaste como tiesa.
-¡Tieso te voy a dejar yo! ¡Mándame el avión! -rezongó ella y lo vio reírse oreja a oreja.
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