ATRACCION PELIGROSA. CAPÍTULO 2. ¿Crees que ella es estúpida?
Comencemos por lo que de verdad nos interesa: ese pedazo de cosa sexy que era Aaron Orlenko. 1
Gemelo, protector hasta el infinito, adoptado junto a su hermano a los doce años por la familia más hermosa y más dura que había en Ucrania. Adoraba a sus padres y a sus cuatro hermanos, y ellos lo habían comprendido desde que habían llegado a su vida. Aaron tenía un exceso de energía que canalizar y lo había hecho en las jaulas clandestinas.
Era un peleador nato, había empezado siendo entrenado por uno de sus tíos, luego había pasado a las manos de entrenadores más sangrientos, pero excepcionales. Su vida no se resumía a pelear, pero lo disfrutaba.
Fuera de eso, la adultez lo había recibido siendo un muchacho maduro, entrenado y nervios de acero. Entonces su abuela, Katerina Orlenko, le había dicho lo mismo que a todos sus hijos, que debía salir a buscar su lugar en el mundo. 1
con
Para Aaron eso era simple, porque la acción era lo suyo, así que con el dinero de las apuestas de las peleas más cierto patrimonio que sus padres habían hecho para él, había fundado Aztra Security, una compañía élite de seguridad que su hermano gemelo le ayudaba a dirigir desde casa para que él no tuviera que encerrarse en una oficina, porque eso sí lo odiaba.
Sin embargo cuando se tropezaba con clientes como Austin Carter, su primer instinto era patearlos, y eso era malo para el negocio. Había pensado mandarlo al diablo apenas regresaran, pero eso había cambiado en el mismo segundo en que Nahia King había devuelto aquel cuchillo a la funda de su pecho.
Su primer instinto le decía que era una loca, pero eso no era cierto. Ella no había hecho una escena ni se había puesto desquiciada, solo había sido muy amable y cuidadosa con un anciano… antes de acuchillar salvajemente un auto de doscientos mil dólares. Entonces no era una loca, solo era una chica explosiva. 2
Después de eso Aaron había metido al señorito Carter en un taxi y lo había llevado a su
casa.
-No puedes decir que no te lo buscaste. Tu padre no va a estar nada feliz -le advirtió. -¡Ah! Ella no va a hacer nada. Nahia tiene dinero de sobra, los King son la familia más poderosa de esta ciudad, comprar uno exactamente igual no será un problema para ella bufó Austin con molestia, pero tres horas después los gritos de su padre desmintieron esa ilusa.creencia.
Jeff Carter tiró aquella factura frente a él y lo increpó incluso antes de saludarlo.
-i¿Qué demonios es esto, Austin?! -le gritó-. ¿Por qué tengo una factura por un Maserati de doscientos veinte mil dólares de parte de la familia King? ¿¡Tuviste un accidente!?
Aaron se aguantó la risa al ver cómo Austin se ponía colorado de la rabia.
-¡Claro que no! ¡Yo no le hice nada al coche! ¡Ella misma lo rompió y está tratando de cargármelo! -gritó Austin furioso.
Jeff lo miró como si no pudiera confiar en su palabra y miró a Aaron, que estaba en la puerta con las manos a la espalda.
-Señor Orlenko, ¿puede decirme qué pasó? -preguntó y a su hijo casi le salió humo por las orejas.
-¡Maldita sea, papá! ¡Ya te lo dije! -exclamó- ¿Por qué tienes que preguntarle a él, le crees más que a mí?
El silencio de Jeff Carter era respuesta más que suficiente, pero Aaron sabía que lo hacía porque no quería opiniones sino hechos.
-Austin venía conduciendo el Maserati desde el aeropuerto, yo iba a su lado, la señorita King detrás. La señorita King y yo le pedimos varias veces que bajara la velocidad porque iba demasiado rápido pero no quiso escucharnos -dijo sin una sola gota de emoción en la voz-. Tuve que accionar el freno de mano para evitar que atropellara a un anciano, y luego de eso la señorita King insistió en que se bajara del auto. Austin amenazó con dejarla tirada allí, ya que él tenía las llaves del coche, y entonces la señorita King acuchillo el panel frontal hasta dejarlo inservible. No soy de presuponer, pero imagino que lo hizo para evitar que Austin realmente llegara a atropellar a una persona con su auto.
Jeff Carter se puso pálido como la cera al oír esas palabras y se sentó pesadamente en su silla ejecutiva mirando a su hijo.
-¿¡Casi atropellas a una persona!? -gritó furioso-. ¿Y dices que ella está tratando de cargártelo? ¡Como si no alcanzara quiénes son, ahora tengo que besar el suelo por donde pisan por salvar al inútil de mi hijo de la cárcel! -Jeff Carter se mesó los cabellos con impotencia-. ¡Ya me hartaste la paciencia, Austin! Cuando estabas aquí no rompías un plato, pero tampoco movías un dedo. Te mandé a conocer las sucursales a ver si te despabilabas y resulta que te despabilaste para todo menos para los negocios!
-¡Eso no es cierto! -bufó Austin y miró a Aaron con odio al creer que él le había ido con el chisme a su padre.
-¡No lo mires que él no me dijo nada! -exclamó Jeff-. ¡Fueron los mismos gerentes de los hoteles los que me lo dijeron! Llegaban borracho a las reuniones, te quedaste dormido en la mitad de ellas y no resolviste ni un solo problema en los hoteles!
-Tú me mandaste a conocerlos, no sabía que también tenía que resolver lo que tus gerentes no pueden manejar. Si es así por qué contratas gerentes tan inútiles.
-¡Porque si no lo fueran serían los malditos dueños, imbécil! -le gritó su padre rojo de ira ¡Ya fue suficiente! ¡No voy a pasarte la dirección del conglomerado! ¡Haz lo que te dé la gana con tu vida, pero mi imperio lo va a dirigir tu hermano! -sentenció.
Aaron se quedó petrificado al ver la cara de espanto y de rabia de Austin.
-¡Mi hermano es diez años menor que yo!
-¡Pues tendrá que aprender rápido, porque todo lo que tengo será para él! -gruñó Jeff.
Lo que siguió fueron gritos, improperios, maldiciones, cosas rotas y Austin encerrándose en su habitación con un berrinche, pero no podía reclamar nada más. Sabía por experiencia que cuando su padre se ponía así, no había forma de hacerlo dar un paso
atrás.
Desde afuera Aaron escuchó la forma en que destrozaba su habitación, quizás por eso le sorprendió tanto que una hora después saliera y le entregara una de sus tarjetas.
-Necesito un regalo de disculpa para Nahia. Ve a comprar cualquier cosa que te parezca tierna -dijo Austin y Aaron entrecerró los ojos.
-¿Te parece que soy tu mandadero?
-¡Pues alguien tiene que ir y yo no puedo! ¡Manda a Sibar entonces! ¡Y luego que se lo lleve a su casa! -espetó el chiquillo y Aaron apretó los dientes, pero las dos palabras ” Nahia” y “casa” lo habían convencido.
Tomó la tarjeta y se largó de allí fingiendo todo el mal humor que no sentía. Por suerte para él, Aaron era un experto en ayudar a su padre en comprar regalos para su madre, así que tenía experiencia en una chica con temperamento explosivo. 2
Pasó por una joyería en el centro de la ciudad y no tardó mucho en encontrar lo que quería: una pulsera de oro blanco a la que fue engarzándole dijes poco a poco.
Se la pusieron en una cajita rosa y no usó la tarjeta de Austin para comprarla sino que la pagó él mismo.
Salió de allí para dirigirse a la mansión King, y en la puerta solo tuvo que dar su nombre y preguntar por Nahia. Enseguida lo dejaron pasar y lo trataron con mucha amabilidad.
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