ATRACCIÓN PELIGROSA. CAPÍTULO 9. Una bofetada en dos palabras
Aaron tenía que reírse, no le quedaba más remedio. Quería retorcerle el cuello a la condenada pero tenía que reconocer que estaba a la altura. Él se había bebido aquella cerveza sin pensar que ella podía meterle un laxante, así que el error era suyo por subestimarla.
Cuando por fin salió de allí, con limpieza de colon y muy mala leche, ya eran las dos de la madrugada y ella estaba muy feliz y dormidita en su cama. Aaron la miró con ternura por un instante antes de cerrar las dos manos sobre la sábana de la cama.
-¡¡¡¡¡ESTO… ES… ESPARTA!!!!! -gritó en su oído mientras tiraba con fuerza de la sábana y la veía caer
revolcada en el suelo. 5
-¿Qué pasó, qué pasó…?
No había imagen más tierna que verla levantar la cabeza, con el cabello cayéndole frente a la cara, toda desgreñada y despatarrada en el suelo.
-¿Estás loco!? -rezongó Nahia poniéndose de pie apurada.
-Esta noche la cama es mía, estoy enfermito -sentenció él mientras volvía a estirar la sábana sobre la cama con un movimiento fluido-. Y como todo es tu culpa, te vas a dormir al sofá. 1
Claro que no, esta es mi cama! -espetó Nahia.
-Pues allá tú, porque yo voy a dormir aquí -Aaron se metió bajo la manta y se acomodó de costado abrazando una almohada. 1
-Pues yo también voy a dormir aquí, no me voy a ir a dormir a un sofá duro solo porque tú no quieras… pero no pudo terminar de hablar porque Aaron lanzó un pedazo de tela contra su cara y Nahia jadeó impresionada cuando se los quitó de la cabeza y se dio cuenta de que eran sus calzones. 6
¡Él… él… le había tirado su bóxer a la cara! ¡Literalmente!
–
-Puedes dormir donde te dé la gana, pero Alerta de Spoiler: yo duermo desnudo le dijo Aaron y la escuchó gruñir y protestar-. Antes de que se te ocurra hacerme alguna otra gracia para molestarme, te advierto que si me tengo que levantar de esta cama lo voy a hacer así como estoy y no te va a gustar lo que pasará después… o a lo mejor sí. 2
Nahia apretó los labios con frustración y rezongó siete veces antes de irse a la sala y acostarse a dormir en el sofá. De verdad estaba duro como una piedra, no apto para descansar en él, sin embargo no pudo evitar sonreír mientras se acurrucaba bajo una manta y con una almohada que tenían tanto olor a él.
Ya sabía que se estaba comportando como una chiquilla malcriada, pero se estaba divirtiendo y sabía que él también. Durante un momento pensó en las palabras que él le había dicho, que cuando la había conocido la había visto como una chica madura… y era cierto.
En su familia todos estaban locos, eran maravillosos, pero estaban locos. Así que Nahia había creído que debía crecer para ser la voz de la razón. Nadie había tenido jamás que mandarla a estudiar, siempre había sido juiciosa, temperamental pero juiciosa, sin embargo ahora se estaba comportando como la adolescente que nunca había sido.
-Todo es culpa suya -murmuró por lo bajo-. Él es el que me descontrola…
Pero igualmente sonrió, porque pelear con él era lo más divertido que había hecho en su vida y a pesar de que las maldades a veces se pasaban de la raya, sabía que Aaron también lo estaba disfrutando.
Respiró profundo y cerró los ojos, quedándose dormida en pocos minutos.
Para Aaron también fue la mejor noche. Le encantó escuchar esos soniditos que hacía mientras dormía profundamente, era terca pero eso le gustaba. Todavía no lograba entender por qué estaba tan enojada con él, pero eso no importaba, eventualmente descubriría el motivo de aquel rapto de locura temporal. A pesar de todas sus maldades y quizás también por ellas, Nahia King le gustaba demasiado, y Aaron no era de los que se negaba a lo que le gustaba. 1
Descansó como un bebé, pero estaba en lo mejor de su sueño cuando la escuchó lanzar un grito agudo y se incorporó en la cama de inmediato. Ese grito era de Nahia y en un solo segundo Aaron tenía ese bóxer puesto y una pistola en la mano mientras llegaba al salón. (1)
Apuntó a todos lados rápidamente, con esos movimientos automáticos que el entrenamiento ya había hecho hasta involuntarios en él, sin embargo en ningún lugar vio nada ni remotamente parecido a una
amenaza.
En cambio solo estaba ella en medio de la cocina, con su ropa de dormir demasiado corta y un papel en la mano mientras chillaba como una loca.
Por supuesto hasta el último grito cesó cuando vio a Aaron con aquella pistola en la mano y abrió mucho los ojos. Él la bajó de inmediato, apuntando al suelo y la miró con expresión asesina.
-¿¡Me quieres matar del corazón!? ¡Crei que te estaban lastimando! ¿¡Por qué gritas así!? -rezongó.
Pero en lugar de ponerse a replicarle y pelearse, Nahia sonrió de oreja a oreja.
Entré a Oxford!!! -chilló y aquella sonrisa sorprendida y feliz de su guardaespaldas acabó de hacerle el día.
-¡No me creo! ¿¡En serio!? -exclamó Aaron y Nahia corrió hacia él y saltó hacia su cintura gritando de
nuevo. 1
-¡Entré en Oxford, Robocop! -exclamó abrazándolo-. ¡Entré en Oxford, maldición! ¡Soy un crac!
-¡Eres un puto crac! ¡Eres la mejor! -rio él poniéndose bellamente grosero y rodeándola con sus brazos mientras ella no paraba de reír. 1
Estaba eufórica por la buena noticia y completamente emocionada de haber cumplido su sueño.
Aaron nunca en su vida había sentido algo así. La felicidad absoluta que irradiaba de su loca era tan intensa que incluso le calentó el corazón, pero eso no era nada comparado con el resto de los… sentimientos que experimentaba al tenerla tan pegada a él. 1
Nahia tenía las piernas alrededor de su cintura mientras Aaron la mantenía sujeta por el único lugar por el que se podía sujetar a una mujer en aquella posición: por las nalgas. Sabía que aquel momentito no duraría para siempre, pero maldición, ¡aquella chiquilla lo excitaba tanto que ni se podía controlar!
-Felicidades le dijo con más suavidad mientras la respiración de Nahia se acompasaba.
-Gracias -respondió ella con una sonrisa que lo derritió.
-Creo que deberías bajarte… -murmuró Aaron mientras ella pasaba saliva suavemente y se humedecía Hos labios. 1
-Sí, creo que sí… tu pistola me está rozando donde no debe–susurró la muchacha con voz ahogada. -Nahia… mi pistola está encima de la mesa -replicó Aaron y ella giró la cabeza para ver el arma por un segundo antes de gemir, porque entendía qué era eso grande y duro contra ella. 7
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