ATRACCIÓN PELIGROSA. CAPÍTULO 40. Díganse adiós de una vez
Aaron miró aquellos documentos por centésima vez en la madrugada. Ni siquiera quería leerlos a saber qué demandaba Nahia, sabia que obtener su libertad era lo único que podía interesarle de él.
-Agárrala con la otra mano, que con la fuerza que traes en esa vas a hacerla estallar en pedazos -rio una voz tras él y Aaron se giró para ver a Katerina, que llegaba a la terraza de su habitación, señalando la botella que había estado a punto de llevarse a los labios-. Ya sé que eres un hombre de las cavernas, pero ¿no tienes un vaso en el que brindarle a tu abuela?
Aaron respiró profundamente, alcanzó un par de vasos pequeños en su minibar y sirvió el vodka mientras Katerina se sentaba.
-Ya lo sabes… -murmuró.
-Yo siempre lo sé todo -sonrió Katerina con una sonrisa-. A estas alturas es raro que te sorprenda. -Vino a traer los papeles del divorcio -murmuró Aaron sentándose a su lado y mirando a la noche. -Bueno, tu madre hizo lo que pudo para retrasarte el momento, pero debo reconocer que además de especialista en cagarla, además eres muy lento, hijo -gruñó Katerina con impaciencia.
Aaron frunció el ceño y miró a su abuela sin comprender a qué se refería.
-¿De qué hablas? Nahia me dijo que mi madre le llevó unos papeles de divorcio hace dos años para que los firmara… ¡ella pensaba que estábamos divorciados hacía dos años! -exclamó confundido.
-¡Exacto! ¡Y como Nahia creía que estaba divorciada no se ocupó de hacerlo ella misma antes! ¡Pero ya pasaron dos malditos años y tú no reaccionaste! ¡¿Qué diablos esperabas que pasara?! -lo increpó Katerina para luego bajar el trago y volver a servirse con frustración.
Aaron se pasó las dos manos por la cabeza, una con más fuerza que otra y se mesó los cabellos.
-No lo sé… -murmuró con un nudo en la garganta-, No lo sé. Pero igual no había mucho que hacer ¿
verdad?
-¡Pues pedir perdón no te hubiera matado! -le espetó Katerina y a su nieto se le escapó una sonrisa
triste.
-¿Pedirle perdón, en serio? -murmuró-. Eso sería demasiada arrogancia de mi parte. ¿Crees que va a perdonarme después de todo lo que le dije, después de todo lo que le hice…?
-¡Pero estás arrepentido! ¿No?
-¿Y eso de qué sirve? -murmuró Aaron-. Ella tenía razón, siempre fui un animal cuando estaba herido, eso jamás cambió desde que era un niño, y mi primer instinto siempre es lastimar. -Sus ojos se humedecieron y respiró profundo mientras intentaba contener las lágrimas-. Siempre supe que acabaria lastimando a alguien que amaba… pero honestamente no pensé que fuera a ella.
Katerina lo miró con tristeza. Aaron jamás había vuelto a ser feliz desde que había perdido aquella mano, pero los dos sabían que la mano era lo menos importante que había perdido ese día.
-Es una pena -murmuró-. Tienes la brutalidad de tu padre, pero no puedo creer que no heredaras su perseverancia. ¡Si de verdad la amaras ya estarías haciendo el camino de aquí a Inglaterra de rodillas aunque te tuvieran que poner prótesis en las patas también!
Aaron le sonrió con angustia, porque ya no había nada que pudiera hacer o decir para redimirse.
-Ella tiene una hija -susurró y Katerina lo miró con curiosidad.
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-Déjame adivinar… no tuviste tanta suerte -le dijo.
Aaron apretó los labios y negó con la cabeza.
-No. No es mía–respondió haciendo un esfuerzo supremo por no sacar aquel dolor que había estado matándolo lentamente-. Hizo lo que era mejor para ella, siguió adelante -murmuró-. ¿Sabes? Le dije que ella era lo peor que me había pasado en la vida, pero la verdad es que fue al revés, lo peor que podía pasar en su vida era yo.
Esperó una reflexión profunda, pero en lugar de eso solo recibió una palmada en la nuca que se pasó de fuerte y lo hizo bajar la cabeza de un tirón.
-¡Pero qué imbécil eres! -le gruñó Katerina perdiendo la paciencia-. ¡Te juro que desesperas hasta a una santa como yo! ¿Por qué mejor no dejas de autocompadecerte por ser un idiota y haces algo al respecto? ¡Arrástrate al menos! ¡Insiste! ¡Hazte hombre, firmale el divorcio y luego ve y muere en el
intento!
Aaron miró los papeles y durante un segundo su corazón aleteó de puro miedo.
-¿Y si no los firmo? -murmuró.
-Pues eso hará el proceso más lento -replicó Katerina-. Supongo que dependerá de cuánto tarde en salir tu acta de defunción, porque algo si te digo: Nahia sale de Ucrania viuda o divorciada, pero casada
no.
Aaron apretó los labios y pasó saliva. Ni siquiera era justo que le dijera que la amaba todavía. Eso nunca se le iba a pasar, pero no servía de nada porque no había sabido demostrárselo. Nahia le había salvado la vida… y él la había abandonado por eso, durante meses había estado resentido con ella por tomar aquella decisión tan difícil, y esa era una realidad que no podía cambiar.
Desde el momento en que la había echado de su lado, Aaron había perdido el camino de regreso y lo sabía. No importaba que se estuviera muriendo por ella, ni siquiera tenía derecho a quererla.
Se inclinó delante de los papeles y firmó sobre cada etiqueta.
-¿Puedes hacérselos llegar, por favor?
Katerina puso los ojos en blanco y se levantó.
-Creo que te confundiste, cariño, a mí me llaman la Titiritera, no la Mensajera -le dijo. Ve a darle el pecho a tus propios problemas.
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