CAPITULO 68. Arréglalo Marilyn parecía una fiera herida. Había pensado que llevarse al mocoso de Amelie muy lejos de allí y dejarlo en cualquier orfanato donde no pudieran encontrarlo, pero no había contado con que Sophia le mandara aquel mensaje, y luego ya había sido demasiado tarde para dejar la ciudad.
Se revolvió en la silla mientras la esposaban ała mesa y tiró de las esposas como si realmente esperara romperlas.
–¡Quiero a mi abogado! ¡Quiero un jodido abogado ahora mismo! ¡Sáquenme de aquí! –gritó y una voz ronca y controlada le respondió desde la puerta.
–En eso tienes razón, jodido sí va a estar porque te asignaron un abogado de oficio – siseo Nathan–. Me imagino que con los dos mil dólares que te llevas por la pensión alimenticia no es suficiente para pagar a un buen abogado que te saque de aquí.
Marilyn se puso de pie de inmediato.
–¡No cantes victoria, que esto no se ha terminado! –escupió ella—. ¡Voy a hacer que te arrepientas de todo, empezando por el hecho de haberme dejado!
–En eso tienes razón. Solo estoy arrepentido de no haberlo hecho antes. Pero nunca es tarde para reparar los errores en la vida, ¿no es verdad? Y tú eres el error más grande que yo pude cometer. Pero todo eso cambió – sonrió Nathan con sorna–. Vas a ir a la cárcel, Marilyn. ¡Te vas a podrir en una celda hasta que seas vieja, fea, y arrugada, y no te quiera nadie..!
–¡Ya quisieras, infeliz!
– ¿Crees que no puedo conseguirlo? ¡Secuestraste a mis hijos! –rugió Nathan– ¡Se los arrancaste a su madre de los brazos y nos hiciste pasar las peores horas de nuestras vidas!
–¡Entonces al menos sirvió para algo! – replicó Marilyn–. ¡De lo único que me arrepiento es de no haberle visto la cara! ¡Debió estar sufriendo como una condenada cuando perdió al mocosito!
– ¡No lo perdió! ¡Tú te lo llevaste! – la acusó Nathan con fiereza. –¡Tú no tienes como probar eso! ¡Nadie me vio! –se rio Marilyn con un sarcasmo lleno de satisfacción–. No me agarraron con los niños encima, jnegaré hasta la muerte que me los llevé! Pondré mi mejor cara de víctima para el jurado y veremos si me condenan cuando hay tanta gente mala y poderosa tratando de inculparme.
–¿jInculparte!? ¡Eres una rata, Marilyn! Claro que te vieron! ¡Rex te vio! ¡Rex Lanning te vio y está vivo! ¡Vivito y coleando, así que esto ya se acabó! –gritó él golpeando la mesa.
Marilyn trató de retroceder, espantada, pero las esposas atadas a la mesa no la dejaron.
–¡Eso no es cierto! ¡No es verdad! –negó con rabia. –¡Te va a identificar, va a declarar contra ti! –rugió Nathan-. ¡Vas a podrirte en la cárcel como la basura que eres! –¡No puede, él no me vio, no puede decir que fui yo! -¡Si puede, te vio a los ojos cuando lo apuñalaste, maldit@ asesina!
–¡Lo apuñalé por detrás imbécil, y llevaba un pasamontañas, no pudo haberme Visto! ––EU Marilyn desquiciada y Nathan se incorporó con el desprecio reflejado en el rostro. 2 Miró hacia el cristal detrás del cual estaban los policías y Marilyn se dio cuenta de que acababa de confesar el intento de asesinato de Rex Lanning.
O POI Ildcerla
– Infeliz! – le gritó a Nathan mientras intentaba alcanzarlo, pero varios policías entraron, incluyendo el detective del caso, y le dio la mano a Nathan un agradecimient hacerla confesar–. ¡Eres una basura! –vociferó Marilyn– ¡Pero te vas a arrepentir de esto te lo juro!
– Guárdate tus amenazas, Marilyn, no te hundas más – siseó él, pero la mujer se desembarazo de un violento empujón de los policías y apoyó las dos manos en la mesa, inclinándose hacia él.
–¿Quieres saber por qué quería otro hijo, Nathan? ¿Quieres saber por qué? ¿¡Por qué estaba tan desesperada porque me embarazaras!? – le gruñó con toda la intención de herir y Nathan apretó las mandíbulas con la tensión vibrando en todo su cuerpo.
Ni siquiera quería imaginar lo que iba a decir, pero incluso antes de que Marilyn abriera la boca, ya sabía la clase de veneno que saldría de ella.
– ¡No es tu hija! –exclamó la mujer con una risa honda y maligna– ¡Sophia no es tu hija! ¡No es tu sangre! ¡Tú no me dabas hijos así que fui a acostarme con el primero que me pasó por delante, solo para asegurar mi matrimonio contigo!
Nathan se puso lívido. Entre las muchas bajezas que jamás había esperado de ella, esa era la peor de todas.
–¡Eso es mentira!
–¡Corre a hacerte una prueba de paternidad! ¡Y vas a comprobarlo en un segundo! ¡Sophia no es tu hija, y te voy a denunciar para que te la quiten! ¡Ella no va a estar conmigo, pero contigo tampoco! ¡Te la van a quitar y la mocosa va a pasar su vida en un orfanato por traidora! 3 No era veneno, era desechos radioactivos lo que salía de la boca de Marilyn Pax, y el detective se apresuró a sacar a Nathan de allí antes de que cometiera una locura. –¡No le haga caso! Solo está tratando de descontrolarlo – le dijo el detective–. Después de lo que acaba de confesar, Marilyn sabe que ni un abogado bueno ni uno malo podrá salvarla del destino que le espera. Váyase tranquilo, ella no podrá hacer nada contra ustedes.
Tal como había dicho el detective, Marilyn fue procesada y enviada a la cárcel, a esperar un juicio que se celebraría en tres o cuatro meses, pero el juez retiró el derecho a fianza porque tenía buenas posibilidades de escapar. Si el Fiscal llevaba bien sus acusaciones, era probable que Marilyn se quedara en una celda por el resto de sus días.
Sin embargo Nathan no regresó a su casa con la tranquilidad que había ido a buscar a aquella comisaría. Sí, Marilyn estaba encerrada, pero aquello que había dicho sobre Sophia... a él ni por un segundo se le habría ocurrido pensar en eso. #
Los niños ya estaban dormidos cuando él llegó. Inquietos, pero dormidos.
Meli lo hizo meterse al baño de inmediato, dejando que el agua cayera sobre los dos mientras se abrazaban. Lo acarició despacio, delineando cada músculo maravillosamente construido, y sintió toda la tensión y la tristeza que había en él.
– ¿Qué está pasando, amor? – le preguntó– ¿En qué piensas?
–– Marilyn –murmuró él. ––Ya no puede hacernos daño – le dijo Meli —. Está en la cárcel y ahí se va a quedar. Ya no puede hacernos ningún daño... –Yo también creía eso –replicó el limpiándose el agua de los ojos con una mano–Yo creía eso pero acaba de decirme algo... Me dijo que Sophi no era mi hija.
Meli abrió los ojos espantada.
–¿Qué? –exclamó sin poder creer lo que estaba oyendo.
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