CAPÍTULO 75. ¡Lo tengo en mis manos! “Están haciendo todo lo que pueden“. Meli se repetía aquello un día sí y otro también, pero por desgracia no era suficiente. Nathan había sido trasladado a una cárcel de seguridad mínima a esperar el juicio, porque el juez no había querido establecer una fianza, después de todo era un multimillonario que podía escapar en cualquier momento.
Dos semanas pasaron lentas, insufribles, mientras Meli trataba de que Sophia mantuviera la esperanza y luchaba por no perderla ella misma.
–¿Otra vez aquí, señora King? – suspiró uno de los guardias, cuando la vio llegar a firmar el libro de entrada de la prisión.
– Otra vez aquí, oficial Suarez. No puedo dejar de ver a Nathan ni un día.
El hombre, ya mayor, sonrió suavemente y le hizo un gesto para que se acercara.
–¿Sabe qué? Siéntese por allá, bien calladita, y espere a que yo la llame, ¿de acuerdo? – le dijo. Meli no sabía de que se trataba pero aquel oficial siempre la había tratado con amabilidad, desde el primer día, así que obedeció. Se quedó en uno de los asientos más alejados del salón, esperando pacientemente, hasta que media hora después el hombre le hizo un gesto para que lo siguiera.
La llevó a un cuartucho feito, pero el entorno y hasta las cucarachas voladoras eran lo de menos, porque ahí adentro estaba Nathan esperándola.
– Por lo menos en una visita conyugal no van a tener a un guardia gritándoles cada cinco minutos: “¡Sepárense, sepárense!” –se rio el oficial Suarez y Meli le agradeció infinitamente antes de entrar y lanzarse a los brazos de Nathan.
– ¡Dios, extrañaba tanto hacer esto! —exclamó él besándola.
– ¡Y yo te extrañaba a ti!
Los dos se abrazaron y se besaron con pasión, mientras todo su amor y su deseo los consumía. No importaba que estuvieran en medio de una prisión, ni que fuera la visita conyugal más breve de la historia; lo único que podían sentir era el calor del otro. El hecho de estar juntos, aunque sólo fuera por un rato, ya era un regalo, y sabían que estaban haciendo todo lo que podían para luchar contra las adversidades y ser felices, a pesar de todo.
–Meli, tengo miedo de todo eso que planearon ––murmuró Nathan antes de dejarla ir. –Va a salir bien, tiene que salir bien —respondió Meli–. Confía en mi. Meli salió de aquella prisión más decidida que nunca a conseguir justicia, y parecía literalmente que el destino estaba poniendo las piezas en su lugar, porque antes de que pudiera entrar por la puerta del edificio de oficinas una figura le salió al paso. La muchacha se quedó estupefacta al ver a Marilyn frente a ella. Por fin la habían liberado.
– Fuiste muy inteligente —sonrió Marilyn––, pero deberías saber que siempre hay alguien en el mundo que es más inteligente que tú. — Tengo una orden de restricción contra ti–siseó Meli–. ¡Lárgate si no quieres que llame a la
policía!
–¿Y me vas a acusar de qué? –se rio Marilyn en su cara––¿Quieres saber lo más triste de todo? ¡Secuestré a los mocosos, apuñalé a Rex Lanning y aun así me salí con la mía! ¡Aquí estoy! –se pavoneó con descaro—. Y a partir de ahora tu vida va a ser un infierno solo porque yo lo quiero. Meli dio dos pasos hacia ella y luego se dio cuenta de que había gente mirándolas.
–¡Eres una asesina y una secuestradora –gruñó con rabia–, así que no te acostumbres a la libertad, que no vas a pasar mucho tiempo fuera de la cárcel!
– Ya veremos–escupió Marilyn con arrogancia–. Recuerda que tengo amigos poderosos ahora.
Le dio la espalda y se dirigió hacia un auto lujoso que la estaba esperando en la acera. De él se bajó un muchacho joven y muy atractivo, con un uniforme de chofer, y le abrió la puerta a Marilyn para que subiera.
Meli se aguantó la sonrisa de desprecio, pero no la palabra.
–¡Estúpida! –gruñó antes de entrar a paso rápido al edificio.
Adentro ya la estaban esperando el Sargento Hollander y el fiscal.
– Tenemos buenas noticias –dijo este último –¿En serio? ¿Qué pasó? ––se apresuró Meli. – El dinero, seguimos el dinero y nos llevó hasta un oficial de policía, Nelson Siro que recibió una suma considerable el mismo día que el señor King fue arrestado – le dijo Hollander – Pasamos la investigación al FBI y ya lo están interrogando.
– ¿Y cómo va?
– Todavía no ha dicho nada, pero lo están presionando, igual lo van a acusar de corrupción, ya hablará –suspiró el fiscal —– ¿Y sabes qué es lo más interesante de todo? Que estudió con el gobernador Bharon, al parecer eran grandes amigos cuando iban a la secundaria. – Mmmmm, eso sí es interesante. Esperemos que esto resulte bien.
Sin embargo dos días después el hombre todavía no soltaba ni una palabra y Meli estaba desesperada, porque sin más pruebas que la transferencia de dinero, les quedaban pocas horas de retener al oficial de policía.
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