JUEGOS DE SEDUCCIÓN. CAPÍTULO 1.
¡Fractura de muñeca! Nueve años después Se decían en solo tres palabras, pero había pasado una eternidad. Rex estaba apoyado en la barra del salón de eventos del hotel Le Blanc, mientras todos a su alrededor gritaban enloquecidos. Los Patriots habían ganado el Super Bowl, solo que ahora Rex ya no era el quarterback.
Se había retirado como futbolista hacía cuatro años y se había hecho cargo de la compañía Lanning, pero como no podía desprenderse de una de las cosas que más amaba, había convencido a Robert Kraft de que le vendiera el equipo.
Nunca más se había mudado de regreso con los King, aunque iba todos los días a ayudar con Nahia cuando era pequeña. Simplemente ya no podía vivir en una casa donde no estaba la niña de sus ojos. Sophia tampoco había regresado a Boston, la familia iba a verla cada par de meses, pero él no iba. Estaba bien, eso era todo lo que le importaba, aunque seguía odiándolo tanto que no accedía a mandarle ni una miserable foto. Por aislarse de él se había aislado tanto que ni redes tenía, así que a menudo Rex se encontraba preguntándose cómo se vería o cuánto habría cambiado.
–¡Señor Lanning! No lo veo muy contento –le reclamó uno de los jugadores mientras otros se acercaban a él–. ¿Qué le falta para ser feliz? ¿Le conseguimos una novia?
–¡No, Dios me libre! –se rio Rex–Yo de esas ni tengo ni mantengo.
–¡Pues animese! ¡Esta es la fiesta más importante del año en esta ciudad como para que ande con esa cara larga! – le dijo otro y todos levantaron sus vasos para brindar. –¡Mire como hay mujeres lindas aquí, en un rato van a venir a trepársele! Solo espero que una de ellas no sea la mía... es que ni la reconozco, ¿dónde diablos está esa mujer?
Y el problema era que todas las mujeres se veían iguales porque Rex había hecho una fiesta de blanco y negro, hombres de negro, mujeres de banco. No había ni una sola nota de color que desentonara... hasta que aquella mujer se detuvo en la puerta.
Era imposible no notarla, con aquel vestido rojo que llegaba al suelo, pero que solo era una capa de tela delante, una detrás, a los costados solo tirantes uniéndolas y dejando aquella piel visible... y esas curvas...
–¡Mierd@! – jadeó Rex cuando la vio sonreír con aquellos labios extremadamente rojos, y se le secó hasta el cielo de la boca. La vio entregar su invitación, pero el anfitrión que estaba en la puerta se la devolvió. 1
––Lo siento, señorita, no viene de acuerdo al código de vestir... – dijo y ella se encogió de hombros.
–Bueno...
Pero apenas se dio la vuelta para marcharse cuando una voz se escuchó a su espalda.
–La señorita es una invitada especial. Ella puede usar lo que quiera. –Lo siento, señor Lanning –dijo el anfitrión y se retiró mientras aquella mujer se giraba y
clavaba en él sus ojos oscuros. Rex sintió el tirón desesperado contra su bóxer y aquel aleteo en el estómago, como antes del mejor de los partidos.
– Le ofrezco una disculpa. Rex Lanning –––se presentó. ––Abby ––respondió la chica estrechando su mano y Rex tiró de ella suavemente para acercarla a su cuerpo.
La miró atentamente, aquella era una fiesta de fantasía, así que quien no llevara máscara llevaba maquillaje especial y el suyo era hermoso, como si tuviera alas blancas y plateadas alrededor de sus ojos. Tenía el cabello oscuro y largo, rozándole el trasero y emanaba una sexualidad terrible.
–¿Aquí es cuando caigo rendida a tus pies? ––preguntó ella con una sonrisa desafiante.
–O puedo caer yo a los tuyos. –– Mmmm... Tú, arrodillado delante de mí... sería como un sueño hecho realidad. Rex se estremeció con el tono bajo y sensual de aquellas palabras. Algo en aquella mujer lo llamaba de una forma que no podía evitar.
–Yo puedo cumplir todos tus sueños – le dijo zalamero mientras la llevaba hasta uno de los rincones del salón y le ofrecía una copa de champaña para brindar.
–Yo solo tengo uno vergüenza.
sonrió Abby, acercándose y apretándose contra su cuerpo sin ninguna
–¿Cuál?
– Follarte. A Rex se le salió la champaña hasta por la nariz de la impresión y ella sonrió con condescendencia mientras lo veía sacudirse el traje y mirarla como si fuera extraterrestre.
– ¿Perdón? –murmuró porque para sincero y sinvergüenza estaba él, sobraba decir que mujeres ofrecidas había conocido muchas, pero ninguna con aquella sinceridad tan cruda.
– Follarte. Cogerte. Sexo de una noche. Trepando por las cortinas. Ya sabes, hazme tuya y mañana no me llames ––murmuró Abby y Rex se dio cuenta de que de aquella boquita podía salir la mayor de las groserías y se escucharía tierna y sensual.
Se quedó mirándola a los ojos durante un largo segundo, y de repente su cabeza bajó con instinto depredador y atacó sus labios con pasión. Quería probar aquella boca, poseerla y hacerle suya. Y esa noche sabía que sería posible.
Rex pasó los dedos por el cabello oscuro de Abby mientras la besaba con avidez, sus cuerpos se apretaban mientras el calor crecía a cada segundo. Ella gimió suavemente contra sus labios, arqueando su cuerpo contra él mientras sus manos recorrían sus fuertes brazos y su pecho, hasta que Rex se dio cuenta de que se estaba descontrolando en público.
Tiró de su mano y se la llevó a través de varios corredores, llegaron a un ascensor y se enredaron de nuevo en un beso desesperado mientras subían. Pocos segundos después aquel amasijo de besos y caricias entraba a la suite presidencial del Le Blanc y Rex la empujaba hacia la cama.
–Espera... espera, muñeco... ––jadeó ella con una sonrisa–. Solo quiero asegurarme de que los
dos estemos en la misma página aquí. ¿Lo estamos?
–¡Seguro! Yo soy un tipo guapo, rico y sexy, y tú eres una mujer preciosa y segura de sí misma. Vamos a tener sexo salvaje esta noche, te voy a hacer mía y mañana no nos llamaremos
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