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La Novia Equivocada Novela de Day Torres novel Chapter 85

JUEGOS DE SEDUCCIÓN. CAPÍTULO 2.

Un adelanto del fuego del infierno St. Armitage era una de las galerías más famosas y respetadas de Boston, tenía seis salones y exposiciones casi todos los días, muchas de ellas de arte contemporáneo. Rex atravesó las puertas, listo para comenzar a indagar sobre la loca que lo había dejado medio desquiciado y medio lisiado la noche anterior, cuando la lujosa cartelera de la entrada lo detuvo. Había seis nombres, de seis artistas en exposición aquella semana, y una de ellos era ABBY LAWHE. ¿Sería la misma? Rex no creía en las casualidades, así que se acercó a una de las anfitrionas de la galería y le preguntó.

– ¿Abby? ¡Claro! Está en la sala tres, terminando de ajustar todo para su exposición. Ella estrena esta noche.

Rex agradeció y se dirigió a la sala tres, para encontrarse paredes rodeadas de fotografías inmensas, de tres por tres metros. Todas eran imágenes de la naturaleza, paisajes, animales, pero eran preciosas. Una de ellas en particular hizo que Rex se detuviera, era la fotografía de media docena de orcas en el ártico.

–¿Te gustan las ballenas? –murmuró una voz a su espalda y Rex sonrió.

–Conozco a alguien que las ama–suspiró antes de girarse para enfrentar la figura sonriente y altiva de Abby Lawhe, la chica de sus pesadillas. 2

–¿Qué haces aquí, Rex? –¿Por qué escapaste anoche, Abby? –replicó él dando un paso para acercarse a ella y la vio sonreír con soltura.

–No me digas que viniste a reclamarme un orgasmo. Creí que el gran Rex Lanning no lo necesitaba.

– iBaja la voz! –dijo Rex mirando a todos lado, porque estaban rodeados de trabajadores moviendo cuadros.

– ¿Y por qué? “Orgasmo” es una palabra perfectamente normal y aceptada en el diccionario. ¿ No te gustan los orgasmos? Rex se puso rojo. ¿Cómo era posible que aquella mujer consiguiera avergonzarlo con pocas palabras y mala actitud? 1

–¡Me gustan tanto como a cualquiera! ––siseó acercándose a ella para hablarle al oído, y sintió el estremecimiento que intentaba ocultar–. Me gusta cuando los provoco, pero también me gusta tenerlos, y resulta que contigo no tuve ni uno y eso es...

–Frustrante. ¿Verdad? –murmuró Abby y por alguna razón Rex sintió que se estaba burlando de él.

Tiro de su mano y miró alrededor hasta que localizó un corredor que los llevó lejos de las salas de exposición, en un segundo estaban entre la gente y al otro él abría una puerta y la empujaba contra la primera pared de uno de los almacenes para besarla como un poseso. ¡No! ¡No se le había pasado la calentura! ¡No se le pasaría hasta que no se la follara salvajemente!

––¿Para qué demonios me querías si masturbarte era algo que podías hacer perfectamente sola? –gruñó mordiendo sus labios.

–Pues es que masturbarme está bien, pero follando conoces gente. –Abby se encogió de hombros—. A veces esa gente es interesante, a veces no.

–¿Estás diciendo que yo no soy interesante?

–No me has demostrado lo contrario –sonrió ella deslizando las manos por su pecho y bajando hasta su pantalón. Lo acarició por encima de la tela y lo escuchó jadear de gusto Pero si tan desesperado estás por el orgasmo que te debo–ronroneó sobre su boca–, esta vez yo me pondré de rodillas frente a ti, te daré la mamada de tu vida, me tragaré lo que quieras darme... iy luego por favor te largas, porque tengo una exposición que hacer y odio lidiar con hombres resentidos!

A Rex se le bajó la excitación, la emoción, la locura y el “amigo fiel” todo a la misma vez, mientras daba un paso atrás y la miraba a los ojos.

– Pensé que te gustaba jugar –murmuró.

–Soy una profesional y este es mi centro de trabajo por una semana. Si estás acostumbrado a mujeres baratas que te follan en los vestuarios de tu estadio está bien, pero yo no soy alimento para mascotas – sentenció Abby– ¿Entonces, qué vas a querer? Rex se restregó la barbilla con una mano y negó, conmocionado. Luego camino hacia la puerta y la abrió para ella, para dejarla salir.

–¡Wow! Eres más inteligente de los pareces —sonrió Abby pasando junto a él. Rex la vio irse y aquellas palabras se quedaron rondando en su cabeza. “¿Alimento para mascotas?”

– ¿Acaba de decirme “perro“? —murmuró sorprendido y corrió tras ella—. ¡Oye...! –¡Rex, no! –dijo Abby girándose con impaciencia–. ¡No me gustan los hombres insistentes y tú pareces el más insistente de todos!

– Solo quería invitarte a comer – dijo él de repente y ella frunció el ceño. Lo miró durante un largo segundo, evaluándolo.

–OK... vamos – respondió por fin. –Creí que yo no te gustaba.

– Pero me gusta comer.

Rex levantó una ceja sugerente y se humedeció los labios con un gesto sexy.

––Paso por ti a las siete. Abby recordó que su exposición comenzaba a las nueve y asintió.

– Bien, pero que el restaurante quede cerca.

Ese definitivamente no era un problema. La calle de la galería estaba llena de restaurantes lujosos, y Rex reservó una mesa especial, privada y apartada en el mejor de ellos. Algo importante había que aclarar: él no llevaba a cenar a ninguna mujer, ijamás! Pero cuando se detuvo frente a la galería y la vio salir con aquel vestido negro de coctel, más coqueta que

una musa, supo que con ella no necesitada razones. ––¿Te vestiste para provocar infartos? — le preguntó ofreciéndole su brazo. –¿Estás en edad de tener uno? –contraatacó Abby.

–Espero que no, o tú vas a ser la causa de unos cuantos.

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