Libro 21 La fabulosa vida de Jay: Capítulo 33
Jay
Tristan se movió; gracias a Dios, no estaba muerto. Me cambié del kimono a ropa mientras él seguía inconsciente. Mitzi se quedó con Tristan mientras yo me vestía.
-¿Jay? -murmuró Tristan mientras se sentaba y recuperaba el sentido.
-Tristan -respondí.
-¿Qué pasó? -preguntó, confundido.
-¿Qué pasó? Jay te dejó inconsciente, idiota -soltó Mitzi.
-¿Jay? -repitió él.
-Se acabó entre nosotros, Tristan. Terminamos hace mucho tiempo. No te quiero -le dije
con firmeza.
-Te quiero -susurró él.
Suspiré y me dejé caer en el sofá.
-Tristan, en algún momento habría estado emocionado de escuchar esto. Pero no lo estoy. Ya no soy el mismo hombre con el que salías en secreto–confesé.
-Jay, te conozco. Tú me quieres y yo te quiero -insistió Tristan.
-Tú me quieres. Sabes que estaba enamorado de ti -repliqué.
-Lo sé. Por eso lo que tenemos es tan especial -afirmó él.
-Nunca has dicho que me amas. Lo sabes–señalé.
-No, ni una sola vez lo he oído decir eso, Jay. Tuvo mucho tiempo para hacerlo. Es solo lo
que quiere, lo que necesita. Sabes que quiero y necesito un pastel de queso, eso es amor, eso
es solo mi obsesión por el pastel de queso. ¿Cómo me paga el pastel de queso? Me pone
peso en el trasero. Quiero decir, no necesito más peso en mi trasero, ¿has visto mi trasero? Ya
es lo suficientemente grande -soltó Mitzi sin filtro.
-Mitzi, concéntrate–le advertí.
-Sí, claro. No, el imbécil no ha dicho la palabra amor. No, para nada -confirmó ella.
Hubo un golpe en nuestra puerta.
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-¿Quién rayos está aquí ahora? -dijo Mitzi con dramatismo.
Puse los ojos en blanco. Ambos sabíamos quién había venido por Tristan. A Mitzi le
encantaba el drama.
Escuché el ruido de tacones entrando en la habitación. No miré. Solo mantuve mis ojos en
Tristan mientras su rostro se ponía pálido.
-Angela… -susurró él.
-Tristan, ¿qué está pasando? ¿Por qué recibí una llamada diciendo que intentaste violar a alguien y tuve que venir a buscarte? -preguntó la mujer con tono helado.
-¿Qué? Hay un malentendido. No hice eso -se defendió Tristan.
Suspiré y me dirigí a la mujer en mi sala de estar.
-¿Has visto esa película Brokeback Mountain?
Ella levantó una ceja y respondió con suspicacia:
-¿Esa película de vaqueros gays?
-Sí, bueno, en la película, los dos protagonistas son hombres casados, con mujeres, pero
tuvieron una aventura s****I entre ellos durante años -le expliqué.
-¿Qué demonios tiene eso que ver con algo? -soltó ella con dureza.
-Oh, querida, tienes tu propio Brokeback Mountain en tu hombre -le dije con calma.
-¿Qué? -susurró, perpleja.
-Déjame aclarar: ha estado acostándose con tu esposo durante años. Tu esposo dice que es
gay–añadió Mitzi con desenfado.
-¿Qué demonios está pasando aquí, Tristan? ¿Eres gay? -lo increpó la mujer.
-Cariño, no es lo que parece -intentó justificarse Tristan mientras me lanzaba una mirada
asesina.
–
-¿No es lo que parece? ¿En serio, Tristan? ¿Incluso ahora sigues mintiéndole a ella y a mí? –
gruñí con rabia.
-Será mejor que expliques por qué me llamaste aquí con estas acusaciones -exigió la mujer,
molesta.
-¿Quieres la verdad? ¡Pues aquí está la verdad! ¡He sido el secreto sucio de tu marido por dos años! Terminé con él porque odiaba que me ocultara. Amaba a tu marido, me dijo que te
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dejaría por mí. Pero nunca lo hizo. Estaba tan enamorado de él que intenté matarme por su
culpa. ¡Ahora ha decidido que quiere volver conmigo y está tratando de arruinar mi relación
con mi verdadero novio! -estallé.
-Estás mintiendo, mi marido no me está engañando con un hombre -negó ella, incrédula.
-¿Quieres pruebas? -pregunté con frialdad y me dirigí furioso hacia mi dormitorio.
Pude escuchar a Mitzi decirles:
-¡Abróchense los cinturones, perras, están a punto de subirse a una montaña rusa de la
verdad!
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Entré en mi armario. En el fondo, en el suelo, tenía una caja con recuerdos dolorosos para mí.
Guardaba una foto de mis padres junto con otras cosas que alguna vez fueron significativas,
pero que ahora ya no lo eran.
Saqué fotos de Tristan y mías que tenía allí. Algunas eran selfies que habíamos tomado en la
cama. Regresé a la sala de estar y le entregué las imágenes.
-¿Qué demonios crees que estás haciendo, Jay? -exclamó Tristan mientras se acercaba
para ver qué le había dado a su esposa.
-¡Deteniendo las mentiras que creaste! -le espeté.
La esposa de Tristan jadeó al ver las fotos. Llevó una mano a su boca y sus ojos se llenaron
de lágrimas.
-Cariño… -balbuceó Tristan.
Ella comenzó a sacudir la cabeza y se alejó de él.
-Sabía
que
había alguien más. Solo lo sabía, pero nunca pensé esto. Ignoré la sensación de
que me estabas engañando–gritó mientras lanzaba las fotos en su dirección.
Se volvió hacia mí y me fulminó con la mirada.
-Puedes quedarte con este bastardo infiel. Es todo tuyo. Espero que estés feliz, destruiste mi familia -sollozó.
-Oh no, amiga, Jay no destruyó tu familia; fue ese imbécil con el que te casaste quien la destruyó. Aclara tus hechos -intervino Mitzi con sarcasmo.
-Cállate, tú, tú… Oh Dios -sollozó la mujer, llevándose las manos a los ojos.
Me acerqué a ella y le hablé con voz más suave:
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-No lo quiero. Se lo dije. Le dije que se quedara. Se mantuvo alejado durante un año. Ahora estoy en una nueva relación y él volvió, no me deja en paz. Dijo que te dejó y que sabías que
era gay.
Ella sacudió la cabeza y me miró con dolor.
-¿Cuándo empezaste a ver a mi marido? -susurró.
-Hace tres años -respondí con sinceridad.
-Después de que di a luz a nuestro hijo… -murmuró. Miró a Tristan con furia contenida y escupió. ¿Le dijiste que ahora tienes una hija?
-Espera, espera… ¿Acabas de tener otro hijo con ese imbécil? -preguntó Mitzi, incrédula.
-Angela… -intentó hablar Tristan.
-No, mantente alejado de mí y de mis hijos. Usas a las personas. Me usaste a mí, a mi
familia, a este chico… Dios sabe a quién más -declaró la mujer con voz temblorosa antes de
darse la vuelta.
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