Capítulo 382
Mario mantuvo la mirada fija en Erica, mientras pensaba en cual seria su siguiente movimiento, después de todo, el estaba consciente de que no tendria ni una posibilidad con Anastasia si Elias seguia en el camino, por eso, cuando la hermana menor se acerco a el, lo vio como una nueva oportunidad
-Senorita Erica, soy un simple hombre que no es digno de su admiración, por eso, me pregunto por que le gusto -dijo Mario, al tiempo que dejaba escapar un leve suspiro.
-Yo no soy como mi hermana que solo quiere casarse con un hombre rico, yo, en cambio, prefiero confiar en mis propios sentimientos al momento de elegir al hombre ideal -dijo Erica, mientras seguia mirando al hombre de forma seductora-señor Salcido, usted es justamente el
tipo de hombre que me gusta.
Al escuchar las palabras de la joven, Mario sintió como si una corriente eléctrica le estuviera corriendo por todo el cuerpo, ya que, a pesar de que Erica no podia considerarse una belleza como su hermana mayor, el seguia siendo un hombre y no pudo resistirse a sus movimientos.
Mientras tanto, Anastasia, quien seguia en la recepción, alejó a Elías poco después de terminar de limpiarle el agua.
-Vete en cuanto deje de llover -dijo.
– Está bien -respondió el con obediencia
-Ven, vayamos a mi oficina, está haciendo mucho frio aquí comentó Anastasia, mientras se lo llevaba al piso de arriba.
En cuanto entraron, Elias se quitó su abrigo y dejó al descubierto la camisa oscura que acentuaba su musculoso fisico bajo el, sin embargo, Anastasia decidió apartar la mirada, como si quisiera resistirse a él. De hecho, si intentaba resistirse a su aura encantadora y fuerte de hombre, ya que no quería enamorarse más.
En ese momento, Mario tocó a su puerta y entró, a pesar de que Elias estaba ahi, lo que quería era arruinar a propósito el momento entre los dos. Después de todo, Erica solo sería una sustituta para el, porque Anastasia seguía siendo la mujer que amaba; sin embargo, la presencia de Mario hizo que Elias frunciera el ceño y de inmediato, rodeó a la mujer con su brazo mientras le preparaba un té. Ante esto, la chica perdió el equilibrio y cayó sobre el regazo de Elías con la bolsa de té todavía en las manos, justo antes de decirle algo, se dio cuenta de que la frialdad que emanaba del hombre se debía a la presencia de Mario.
«Supongo que esta es la típica naturaleza de los hombres; no pueden tolerar que nadie más ponga un pie en su territorio, por eso siempre quieren imponer su dominio.
-Ya llegó, señor Palomares -saludó Mario.
– Me quedaré aquí para hacerle compania a Anastasia, usted puede regresar a su trabajo, señor Salcido -dijo con frialdad.
– Bien -respondio Mario con una sonrisa, pero su rostro se ensombrecio en el momento en que se dio la vuelta, porque parecia que a Elias no le afectaba su presencia.
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