Capítulo 155
Raquel no tenía idea de lo que estaba diciendo.
Alberto miró el helado que ella sostenía en la mano, luego sus ojos se dirigieron a su delicado y angelical rostro, y con la voz rasposa, en lugar de responder, le hizo una pregunta: -¿Qué
estás comiendo?
Raquel tenía la mente completamente en blanco y no entendía lo que él estaba preguntando.
Su corazón latía rápidamente, thum–thum.
Raquel decidió ponerle fin a todo eso. -Presidente Alberto, voy a dormir, me voy a
desconectar.
Raquel estiró la mano y terminó la videollamada.
Camila se estaba preparando para ducharse, y en ese momento vio el rostro sonrojado de Raquel. Raquelita, ¿por qué tienes la cara tan roja?
Raquel tocó su rostro sonrojado. -Debe ser por el calor. Camila, apúrate y vete a bañar.
-Está bien.
Camila se fue a bañar.
Raquel se quedó sola, bajó la cabeza y comenzó a comer su helado. Poco a poco, empezó a calmarse. ¿Por qué estaba tan nerviosa antes?
Esta mañana, cuando le preguntó por teléfono si quería su agradecimiento, él simplemente colgó.
Qué arrogante.
Qué pretencioso.
Entonces, ¿por qué no actuó así hace un momento?
Raquel realmente quería que aceptara su agradecimiento, así las cosas quedarían saldadas entre ellos.
Raquel había terminado de escribir la receta de medicina herbaria y la envió a Alberto por
WhatsApp.
Este era el WhatsApp de la señora Díaz, quien siempre había guardado a Alberto como “esposo
Alberto no le respondió.
Su actitud de siempre, tan fría.
El historial de mensajes mostraba que todo lo que había enviado era solo de su parte, una obra unipersonal.
Ese WhatsApp de la señora Díaz era testigo de su humillante y ridícula relación de
matrimonio.
Raquel de repente sintió algo de burla y tomó su teléfono. Hizo una pose y “clic“, tomó una selfie y luego publicó una historia.
Alberto, sentado en la silla de presidente, ya había recibido la receta de medicina herbaria que Raquel le había enviado, pero no le respondió.
Pensó en continuar revisando los documentos, pero su mente seguía llena de la imagen de Raquel comiendo helado.
Ella incluso le ofreció su helado y le preguntó si quería un poco.
¿Qué quería decir con “¿Comer qué?“?
¿Comer helado?
¿O comer a ella…?
Alberto se recostó pesadamente en su silla, su cuerpo erguido, pero se dejó caer con pereza y desánimo. Levantó una mano y se tiró de la corbata para despejarse un poco.
Tomó su teléfono, abrió el WhatsApp de Raquel y entró en su historia.
Vio la publicación que Raquel acababa de subir.
Era una selfie en la que Raquel llevaba una camiseta de tirantes blanca y sostenía un helado en la mano.
Ding.
Raquel recibió su mensaje. Una línea corta y dominante: “Bórralo“.
Le pidió que borrara esa historia.
Raquel lo había hecho a propósito para ponerlo a prueba.
Él no respondía a sus mensajes de WhatsApp, pero sí veía sus historias.
Realmente sabía cómo actuar.
Raquel borró la historia. En realidad, esa historia solo la podía ver él, lo había publicado a propósito solo
para él.
Capitulo 155
Raquel abrió la conversación de “esposo” y le envió un mensaje por WhatsApp.
-¿Quieres?
Alberto miró el mensaje que ella le había enviado. Ella le preguntaba si quería.
Una atrevida prueba.
Una provocadora invitación.
Preguntándole si quería.
Estos años, Alberto había estado rodeado de la tentación de muchas mujeres, y no era la primera vez que encontraba a alguien de alto nivel, así que sabía lo que Raquel estaba
haciendo.
Ella quería ver si podía engancharlo.
Ella quería ver si él caería en su trampa.
Alberto dejó escapar una ligera sonrisa de desprecio, casi burlona. ¡Qué pequeña diabla!
Justo en ese momento, sonó una melodiosa melodía de teléfono, una llamada entrante.
En la pantalla del celular apareció el nombre “Ana“.
El nombre “Ana” hizo que Alberto se enfriara rápidamente. El ardor provocado por Raquel se disipó poco a poco, y él contestó la llamada.
Ana, con su voz suave, habló: -Alberto, ¿sigues enojado? Lo siento, no debí discutir contigo, no debí tirar las cosas. La verdad es que tenía celos, me dio envidia lo bien que tratas a Raquel. Alberto, no te enojes, te amo, de verdad, te amo muchísimo.
Durante todos estos años, Ana se había acostumbrado a ser mimada por él, pero ahora, con humildad, le pedía perdón y lo calmaba con palabras suaves, repitiendo una y otra vez que lo
amaba.
Alberto, aunque no se conmoviera, sabía que no podía ser sincero, después de todo, ella era su
chica.
Ana era su chica.
Alberto, con una mirada suave, dijo: -Yo también cometí errores.
Ana inmediatamente se alegró: -Entonces, ya olvidemos este asunto. Mañana es el cumpleaños de Ramón, todos estamos organizando la fiesta para él, vamos juntos.
Alberto asintió: -Está bien.
Ambos colgaron el teléfono.
Capitulo 155
En ese momento, Carlos salió del baño. Había entrado hace un rato para lavarse la cara con
agua fría, pero aún no podía aceptar el hecho de que había pasado de ser un “rey” a un “cobre “.–¡Alberto, ahora soy un cobre! ¡odio a Raquel!
Alberto lo miró con una ligera sonrisa. -No pasa nada, juega menos y sal a tener una cita.
-También quiero tener una cita.
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