Capítulo 163
No solo el auto de lujo, sino también las matrículas impresionantes de este vehículo eran algo
que rara vez se veía en Solarena.
Sin embargo, el tintado de alta calidad en las ventanas permitía ver el exterior, pero no
revelaba nada del interior.
Raquel no podía ver a Alberto dentro, pero sentía cómo esos ojos fríos y oscuros la observaban a ella y a Ramón.
¿Por qué de repente vino a buscarla?
Raquel miró a Ramón. -Ramón, es tarde, quiero regresar al dormitorio.
Ramón sonrió levemente. -Está bien, la próxima vez vengo a buscarte para jugar.
Ramón subió a su Ferrari, que rugió al arrancar y se alejó rápidamente.
Raquel se quedó en su lugar, observando cómo Ramón se alejaba, luego salió y se acercó al lujoso Rolls–Royce Phantom.
Abrió la puerta trasera y se subió al auto.
El Rolls–Royce Phantom avanzaba suavemente por la carretera. En el interior lujoso, la mano de Alberto, con sus huesos prominentes, descansaba sobre el volante. Las luces de neón de la noche se reflejaban en la ventana brillante del auto, iluminando su rostro apuesto y distinguido, creando una atmósfera visual como si fuera una película en blanco y negro.
Raquel rompió el silencio primero. -Presidente Alberto, ¿hay algo que necesite de mí?
La voz grave y magnética de Alberto sonó inusualmente indiferente. -¿De verdad estás con Ramón?
Raquel asintió. —Sí.
-No son compatibles.
-¿Por qué?
-¿Crees que la familia Rodríguez te aceptaría? La familia Rodríguez busca una hija de familia aristocrata, una socialité. Tú no encajas en su mundo; jamás cruzarás la puerta de la familia Rodríguez. Solo puedes estar con Ramón para jugar.
Él siempre la miraba con desdén, probablemente sin darse cuenta de cuán hirientes eran sus palabras.
-Entonces, juguemos.
Capitulo 163
¿Perdón?
Los dedos largos de Alberto apretaron con fuerza el volante. Levantó la vista y, a través del
espejo retrovisor, observó a Raquel.
Raquel, con sus bellos ojos claros, lo miraba también, y con una sonrisa en los labios dijo: -Si solo voy a jugar con Ramón, no me sale perdiendo. Después de todo, todos piensan que soy yo quien lo estoy buscando, pero es cierto, él es guapo y rico. ¿Quién no ama a alguien así?
Al pronunciar esas palabras, el ambiente en el lujoso auto se volvió de inmediato opresivo, casi insoportable.
Raquel lo encontró risible. Él estaba saliendo con Ana, pero aún se atrevía a meterse en su vida privada. -Presidente Alberto, si no tienes nada más que decir, llévame de vuelta.
Alberto la miró profundamente. -Pásate al asiento delantero.
Raquel dio un salto en su corazón. ¿Qué quería hacer?
Todavía le debía un favor. ¿Iba a pedirle su pago?
Raquel se movió al asiento del copiloto y se abrochó el cinturón.
Alberto giró la cabeza y echó un vistazo a su delicado rostro. -¿Sabes lo que quiero hacer?
Raquel mordió suavemente su labio inferior.
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