Capítulo 211
Alberto dijo que él y Raquel ya habían terminado.
Ana, emocionada, corrió hacia Alberto, lo abrazó con fuerza y le dijo: —¡Alberto! Sé que Raquel sabe cómo conquistar a los hombres. Si te gustó un poco, no te culpo. Sé que no me vas a dejar, la persona que más amas soy yo.
Aunque Alberto había sentido algo por Raquel, la persona que siempre amaría sería aquella chica en la cueva, su chica, Ana.
Alberto extendió los brazos y abrazó a Ana.
Alejandro, con una expresión de satisfacción, pensó: Mientras Ana esté feliz, yo, como su viejo padre, también estaré feliz.
María también se sentía contenta, pero al pensar en Raquel, sus ojos reflejaron resentimiento.
Realmente no esperaba que Raquel, quien había vuelto del campo, lograra que Alberto se sintiera algo atraído por ella.
¡Esa maldita!
Raquel llegó al hospital, y Ramón ya había preparado sus cosas para el alta.
-Ramón, lo siento, hoy tenía algo que hacer y llegué tarde -dijo Raquel, con una disculpa en
su voz.
Ramón sonrió ligeramente, -No pasa nada, vamos.
-Está bien, yo me encargaré de las maletas.
Raquel fue a tomar las maletas, pero eran tan pesadas, y con su cuerpo dolorido y débil, tropezó y casi cayó.
-¡Raquelita, ten cuidado!
Ramón rápidamente la sujetó de la cintura, ambos cayeron sobre la cama del hospital.
Ramón quedó encima de Raquel.
En ese momento, una figura alta y elegante apareció en la puerta. Era Alberto.
Ana y Ramón estaban en el mismo hospital; hoy Ramón recibía el alta y Alberto vino a
visitarlo.
Pero al llegar a la puerta, vio a Ramón encima de Raquel en una escena que no dejaba mucho a
Capítulo 211
la imaginación.
El cuerpo imponente de Alberto se tensó al instante.
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Aún tenía fresca en su memoria la forma en que Raquel lo había rechazado la noche anterior, y no podía creer lo que estaba viendo: Raquel, en la cama, con Ramón.
Je.
Alberto esbozó una sonrisa sarcástica, lleno de ira, y se dio la vuelta
para
marcharse.
Ramón miró a Raquel, preocupado, -¿Raquelita, estás bien?
Raquel, aún atónita, negó con la cabeza, -Estoy bien.
Ramón rápidamente la soltó y ambos se sentaron en la cama. -Que el conductor se encargue
de las maletas.
Raquel asintió, pero en ese momento, una voz se escuchó desde el pasillo, ¡Presidente
Alberto!
El corazón de Raquel dio un vuelco, ¿Alberto?
¿Alberto también está en este hospital?
Raquel se levantó rápidamente y corrió hacia la salida. Desde el pasillo, vio la imponente figura de Alberto.
-¡Alberto!
Raquel corrió tras él.
Alberto, al frente, parecía no haberlo escuchado y no se giró.
-¡Alberto!
Raquel continuó persiguiéndolo.
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