Capítulo 245
¿Qué dijo?
Raquel se quedó congelada por un momento; él había dejado embarazada a Nahia y aún así se atrevía a decirle esas cosas.
Avergonzada y furiosa, Raquel lo maldijo: -¡Descarado!
Alberto la observaba fijamente con sus ojos oscuros mientras ella, con el cabello largo y negro desordenado sobre el sofá, lo miraba con sus ojos claros y definidos. Esa mirada, con su rostro tan puro, era exactamente la misma que él había visto en sus sueños.
En ese instante, todos sus recuerdos regresaron de golpe.
Alberto esbozó una ligera sonrisa. -¿Por qué me insultas? ¿Qué tengo de descarado? Dime, ¿ qué he hecho?
Aunque Raquel era muy afilada con su lengua, no era buena para maldecir. Su voz suave y delicada apenas podía emitir algunas palabras de reproche como “Molesto” o “Descarado “,
sonando casi infantiles.
Raquel lo miró fijamente: -¿Qué quieres de mí? Si vuelves a buscarme, le diré a Nahia que estás esperando un hijo suyo. No puede estar bajo estrés, no me obligues a hacerlo.
Al mencionar a Nahia, los ojos de Alberto brillaron con una fría furia. Nadie debía atreverse a tocarlo, y quien lo hiciera se arrepentiría.
-Raquel, ¿estás enojada? ¿Es por Nahia? ¿Porque ella está embarazada?
Raquel, con la cara roja de ira y vergüenza, se levantó de golpe y, en un arranque de furia,
mordió la zona más sensible de su cuello.
El cuello de un hombre era un punto vulnerable. Alberto sintió el dolor, y sus ojos se tornaron enrojecidos. Se sentó rápidamente, la levantó y la abrazó, colocando su delicada figura sobre
su regazo.
Esa tarde llevaba una camisa blanca y pantalones negros, un look clásico de hombre atractivo, elegante y con porte.
Raquel, por su parte, vestía un suéter blanco y una falda plisada negra, el típico atuendo de una estudiante universitaria pura y sencilla.
Alberto la abrazó y, en ese momento, la escena evocaba la de un empresario maduro y exitoso sosteniendo a una joven estudiante hermosa, una imagen poderosa y llamativa.
En ese preciso instante, una sirvienta salió de la cocina con una taza de café. -Señor…
Capitulo 245
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Pero se detuvo en seco al ver la escena en la sala.
Las sirvientas de Villa Cielo Claro ya eran mayores, y al ver a su jefe abrazando a su esposa de esa manera, sus rostros se sonrojaron. No tuvieron el valor de seguir mirando y rápidamente regresaron a la cocina.
Alberto pasó sus largos dedos por el cabello de Raquel, sujetando con firmeza la parte posterior de su cabeza.
Ella continuaba mordiendo su cuello, y él, en voz baja, le susurró: -Raquel, lo siento.
Sus labios se acercaron a su oído, y de manera suave y quebrada, repitió: -Lo siento. Raquel se detuvo un momento, soltándolo.
El cuello de Alberto ahora mostraba una pequeña marca de sus dientes.
Realmente le gustaba morder.
Él ya llevaba varias huellas de ella en su cuerpo.
-No acepto tus disculpas -Raquel lo empujó y se levantó.
Pero los fuertes brazos de Alberto se extendieron hacia ella, sujetándola de la muñeca con firmeza, y la atrajo de nuevo hacia él, llevándola a su regazo. Desde atrás, la abrazó, enterrando su rostro en su cabello negro y susurrando nuevamente: -Raquel, lo siento.
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