Capítulo 270
—¿Quién es realmente ella? En Solarena no hemos oído hablar de ella.
–En este foro de élite, el presidente Alberto y la cerebritoestán colaborando por primera vez, ¡ todos estamos muy emocionados por ello!
Ana, sentada en el sofá, escuchaba atentamente. Su estado de ánimo ya no era el mejor; ella y Alberto siempre habían sido considerados la pareja ideal en el círculo, pero ahora toda la atención estaba centrada en la primera colaboración de Alberto con la cerebrito.
Esta colaboración tan esperada ya había logrado robarle toda la atención.
Ana sentía una gran envidia, estaba profundamente celosa de ella.
En ese momento, Elena de repente exclamó: -¡Miren, ya llegó Raquel!
Alberto, con una copa de vino en la mano, esa noche no estaba de buen ánimo y se mostraba completamente desinteresado, pero al oír esto, levantó la mirada con sus intensos ojos.
Vió a Raquel.
Esa noche, Raquel llevaba un vestido corto negro sin mangas, que ajustaba perfectamente su pequeña cintura de avispa, mientras que la falda de volantes hacía que sus largas piernas parecieran increíblemente delgadas y blancas. En cuanto entró, todos los ojos se posaron en
ella.
Su largo cabello negro caía suavemente sobre su espalda, y sus delicados brazos, como tallos de loto, estaban cubiertos por una chaqueta de punto. Solo podía ver su perfil, el cual hacía que su rostro se viera aún más pequeño, con una piel clara y radiante que la hacía parecer aún más
etérea.
Esa elegancia, en Solarena, era única.
Ana también la vio, y sus ojos brillaron.
Siempre había considerado a la cerebrito como su rival, por lo que había estado en constante competencia y celos hacia ella.
Sin embargo, Raquel, una chica de campo, nunca había estado en su radar. Ahora, en Raquel, encontró un motivo para sentirse superior.
Ana sonrió y comentó: -Escuché que Raquel estuvo muy enferma hace unos días, pero parece que ya se ha recuperado.
Elena soltó un resoplido despectivo. -Alberto ya quería divorciarse de ella. Ha tardado tanto que el hecho de que no se haya divorciado aún le ha dado demasiada ventaja. ¡Y aún tiene el
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descaro de ponerse enferma!
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Carlos miró a Raquel, siempre había tenido una aversión hacia ella.–Ahora ya está bien, yo, Alberto, ya me he divorciado. Alberto, ¿cuándo me invitarás a tu boda con Anita?
Los hijos de ricos que estaban cerca comenzaron a bromear: -A partir de ahora no podemos llamarla Ana, ¡tendremos que llamarla señora Díaz!
Ana sonrió triunfante.
Alberto miró a Raquel por un momento, y luego, con una expresión indiferente, desvió la mirada. Levantó la copa y se bebió el vino de un solo trago.
Raquel y Camila estaban en el bar para relajarse. Ambas tomaron algunos cócteles y luego Raquel fue al baño.
En el pasillo, una figura bloqueó su camino.
Raquel levantó la vista, era Ana.
Ana sonrió ampliamente. -Raquel, después de que Alberto se divorció de ti, escuché que estuviste muy enferma, ¿te encuentras mejor ahora?
Raquel, con una mirada matadora, le respondió: -Ana, nuestra relación no es lo
suficientemente cercana como para intercambiar saludos, así que, si tienes algo que decir, dilo
directamente.
Ana, sosteniendo un bolso en la mano, sonrió con suficiencia. -Este bolso es de edición limitada, lo compró Alberto conmigo.
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