Capítulo 286
Camila tomó la chaqueta negra, probablemente era de él, aún conservaba su calor.
Estaba tan cálida.
Una persona tan fría, y su temperatura corporal tan cálida.
Héctor ya no la miró. Sacó su celular móvil del bolsillo y marcó un número.
Le dio la dirección del lugar: -La persona se desmayó… No hables de más, solo transfiere el bono a mi cuenta…
Camila no sabía a quién le estaba hablando por celular. Rápidamente se puso su chaqueta, cubriendo su piel expuesta.
Se apoyó en el taxi y se levantó. Quería decirle “gracias” a Héctor, pero en ese momento, desde lejos, escuchó una voz familiar y clara:-¡Camila! ¡Camila, ¿dónde andas?
Raquel ya había llegado.
Cuando Camila se dio la vuelta, ya no había rastro de Héctor. Él ya se había ido.
¿Cómo se fue tan rápido?
Ni siquiera le dijo “gracias” directamente.
Alberto y Raquel llegaron. Alberto había visto las marcas de los neumáticos deslizándose en la carretera, así que él y Raquel se bajaron del coche y fueron a buscar a Camila.
Raquel la vio y rápidamente corrió hacia ella: —¡Camila, estás bien! ¿Cómo llegaste hasta aquí? ¡Me asustaste mucho!
Alberto observó al conductor desmayado en el suelo y ya había deducido lo que había sucedido. Al ver que Camila estaba bien, dejó escapar un suspiro de alivio.
Sin embargo, su rostro se mantenía serio y rígido. Con tono severo, le reprendió: -Camila muergana, ¡quién te permitió salir corriendo por ahí! ¡Ya eres mayor, tienes que aprender a responsabilizarte por ti misma!
Toda la tristeza, el dolor, la injusticia, el miedo y la impotencia de haber estado en peligro se desbordaron en los gritos de Alberto. Camila, con los ojos enrojecidos, dio la vuelta y se marchó.
Raquel rápidamente la siguió:-¡Camila, ¿a dónde vas?
Camila no respondió.
Capitulo 286
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Raquel tropezó y golpeó su pierna con una piedra, soltando un grito de dolor.
Camila frenó su paso y corrió de vuelta. Examinó la pierna de Raquel:-¿Raquelita, estás bien?
Raquel soltó su pierna. Estaba completamente bien, no tenía ninguna lesión.
Camila se quedó inmóvil, mirando a Raquel.
Raquel estaba bajo la lluvia, con una cálida sonrisa en sus ojos claros, y le guiñó un ojo:– Camila, mira, no es tan malo como pensabas.
Las lágrimas de Camila brotaron de inmediato.
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