Capítulo 288
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La luz de la habitación estaba algo tenue, yla cara guapa de Alberto se veía borroso bajo esa luz apagada. —El camarero de hace un momento, no crees que no te atrae, ¿verdad?
Raquel se detuvo un momento y giró para mirar al hombre.
Alberto, a pesar de estar empapado en su costoso traje, seguía proyectando una imagen madura y elegante. Su alta estatura y largas piernas dominaban la habitación, con una presencia tan imponente que resultaba casi fuera de lugar.
Raquel entendió lo que él quería decir. El hombre con el que ella había estado casada era él, y él, como siempre, estaba por encima de todo. Un simple camarero de una estación de servicio, ¿ cómo iba a ser de su interés?
Raquel, con sus ojos claros, lo miró fijamente y luego sonrió, curvando ligeramente sus labios rojos.–Presidente Alberto, debe de haber muchos ejecutivos a su alrededor. Si alguno es adecuado, ¿podría presentármelo?
Alberto la miró por un instante y luego desvió la vista. Levantó la mano y se quitó la corbata
del cuello. Tras un rato, respondió con indiferencia :-Si encuentro a alguien adecuado, te lo
presentaré.
-Muchas gracias, presidente Alberto.
En ese momento, la puerta del baño se abrió y Camila salió rápidamente, ya lista después de la ducha.–Raquelita, apúrate y entra a bañarte.
Raquel no dudó y se dirigió al baño.
El último en bañarse fue Alberto. Cuando entró al baño, Raquel y Camila ya estaban acostadas
en la cama.
Las dos chicas dormían juntas, y después de haber llorado, Camila ya se sentía mejor. Le había
contado a Raquel todo lo que había sucedido con Alarico y Elena.
Al escuchar toda la historia, Raquel frunció el ceño.–Camila, parece que Elena lo hizo intencionadamente para robarse a tu prometido. Elena es fácil de manejar, pero lo complicado es Alarico. ¿Todavía te gusta Alarico?
Camila le rechazo. -Ya no. Antes pensaba que era una persona cálida, pero todo era una mentira, una fachada.
Raquel suspiró aliviada al escuchar que Camila ya no sentía nada por Alarico. Elena no representaba un problema; lo difícil era Alarico. Raquel temía que Camila no pudiera superarlo por sí sola.
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Si no dejabas que te pisotearan, nadie lo haría.
Esa era la Camila que Raquel conocía: vivaz, fuerte y llena de luz.
Raquel tomó la mano de Camila entre las suyas.–Camila, ¿recuerdas lo que me dijiste cuando me divorcié?
Camila sonrió.–¡Que se joda Alberto!
Raquel también sonrió.–¡Pues que también se joda Alarico!
Cuando Alberto salió del baño, vio a las dos chicas acostadas en la cama, hablando en voz baja.
Camila dijo:-¡Que se joda Alarico!
Raquel dijo:-¡Que se joda Alberto!
Alberto estaba sin palabras.
Su rostro se puso completamente oscuro. ¿Así que hablaban mal de él a sus espaldas?
En ese momento, Camila vio que Alberto había salido del baño. Se levantó de la cama.— Presidente Alberto, solo hay una cama grande aquí, ¿cómo vamos a dormir los tres?
Era hora de decidir cómo dormir.
Alberto no respondió. Subió a la cama y se acostó al lado de Raquel.
Raquel se incorporó inmediatamente.–¿Presidente Alberto, por qué vas a dormir aquí conmigo?
Alberto la miró con indiferencia.-¿No soy tu hermano? ¿No se puede dormir juntos un hermano y una hermana?
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