Capítulo 412
Alberto levantó la cabeza, Camila ya se había ido, a buscar a Héctor.
Camila es la persona más mimada de la familia Díaz, y además ya está en edad de casarse. Alberto frunció el ceño. -¿Cómo puede mezclarse con estas personas?
Raquel miró a Alberto, vestido con un traje negro hecho a medida que lo distinguía con una elegancia sobria y austera, un verdadero caballero de la alta sociedad, un hombre de un mundo diferente al de Héctor.
Alberto nunca aprobaría que Camila saliera con Héctor.
Raquel respondió: -Jefe Alberto, te estás metiendo demasiado, ¿qué tiene que ver Camila contigo?
Alberto miró a Raquel. -¿Ya te cansaste? Cuando te canses, te llevo de vuelta.
Alberto, agarrando el delicado brazo de Raquel, se la llevó.
Laura gritó desde atrás. -¡Raquelita! ¡Jefe Alberto!
Héctor llegó al vestuario para cambiarse, no viene a menudo aquí, pero realmente se gana
mucho.
Héctor se quitó la camiseta blanca rasgada y se preparó para ponerse una sudadera negra, pero en ese momento la puerta detrás de él se abrió de golpe, y Héctor, con una mirada feroz, preguntó. -¿Quién es?
Camila le había seguido hasta allí, sorprendida al ver a Héctor con el torso desnudo.
Su pequeño rostro ovalado se sonrojó de repente, y rápidamente se cubrió la cara con ambas manos. -¡Ah!
Héctor rápidamente se puso la sudadera negra y luego, tomando su bolsa, se dio la vuelta para
irse.
No tenía intención de hablar con Camila, simplemente la ignoró como si no existiera.
Camila se puso directamente en su camino. -Héctor, ¿pretendes no conocerme?
Héctor se detuvo. -Apártate.
Camila no se movió.
Héctor intentó ir hacia la izquierda, y ella se movió a la izquierda; él hacia atrás, y ella a la derecha, bloqueando su paso constantemente.
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Camila, con las manos en la cadera y de manera caprichosa, dijo. -A menos que hables conmigo, no me moveré.
Héctor extendió la mano y agarró su cuello de la camisa, levantándola fácilmente hacia un lado.
Camila, con los pies en el aire, pensó: ¿realmente tiene tanta fuerza?
Héctor la soltó, abrió la puerta y se fue.
Camila lo siguió rápidamente, la alta y esbelta figura de Héctor ya había desaparecido entre la multitud.
-Héctor, Héctor, ¡espera! —Camila continuó persiguiéndolo.
Héctor no quería gastar demasiado tiempo en Camila, ni tener mucho contacto con ella;
necesitaba volver a casa.
Pero apenas salió del bar, un lujoso automóvil lo esperaba afuera, y unos guardaespaldas entrenados en traje negro le bloquearon el paso. -Buenas, la señora Ceirra desea verlo.
Una mujer adinerada había encontrado a Héctor por otros medios y ahora quería verlo.
Héctor, con el rostro inexpresivo, respondió. -No tengo tiempo.
El guardaespaldas sonrió. La señora Ceirra dijo que si no quieres ir, entonces podría encontrarse con tu familia. Encontrar a tu familia es fácil para ella.
Héctor se detuvo.
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