Capítulo 455
Ding Dong.
El timbre sonó.
Pronto la puerta del apartamento se abrió y apareció la figura esbelta y elegante de Raquel, —¿ Quién es…el jefe Alberto?
Raquel vio a Alberto afuera.
Alberto la miró, Raquel se había colocado un vestido holgado para estar en casa, y se había desmaquillado, revelando un rostro sin filtros, había pasado de ser encantadora y luminosa en la cena a ser sutilmente preciosa.
-Raquel, ¿tienes tiempo ahora?–
preguntó Alberto.
Raquel se inquietó, -jefe Alberto, ¿viene por algo en particular, puede decirlo sin problema?
Alberto dijo, -Yo…
No alcanzó a terminar la frase, cuando se escucho una voz masculina familiar desde adentro, Raquelita, ¿quién ha venido?
Alberto levantó la vista hacia el interior, vio a Luis.
Luis estaba en el apartamento de Raquel, con pantuflas puestas y mordiendo una manzana, jefe Alberto, ¿que alegría verte?
Alberto se atragantó con las palabras que quería decir, no esperaba que Luis también estuviera.
Raquel preguntó, -jefe Alberto, ¿necesita algo?, si no es así, voy a entrar.
Alberto apretó los labios, y su mirada se posó en Raquel, -¿sólo están tú y Luis?
-¿Sería extraño si solo estuviéramos los dos?– Raquel replicó.
Alberto bien guapo se tornó suspicaz.
Cuando el ambiente se tornó algo tenso, Camila asomó su cabecita, Raquelita, ven pronto, la comida en la olla se va a quemar.
Pronto también se oyó la voz de Laura, si Raquelita, date prisa.
–
No solo estaba Luis, sino también Camila y Laura
Sin embargo, eso no mejoró el semblante de Alberto, ya que los dos mejores amigos de Raquel estaban con Luis, lo que indicaba que todos se conocían bien y solían pasar tiempo juntos.
Luís miró de reojo a Alberto y dijo, jefe Alberto, estamos preparando la cena, ¿ya comiste?, ¿ por qué no te unes a nosotros?
Capitulo 455
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Alberto aún no había comido, había llegado corriendo para ver a Raquel, quería responder,
pero yo…
–
Alberto no pudo terminar su frase, porque Raquel lo interrumpió, -No, él no necesita unirse a
nosotros para comer.
Diciendo esto, Raquel miró a Alberto, -jefe Alberto, vamos a cenar, adiós.
Raquel extendió despectiva su mano para cerrar la puerta.
Alberto, dejado afuera, permaneció en absoluto silencio.
Estuvo parado allí por unos segundos y luego se rió de sí mismo, giró y regresó a su
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