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La Falsa Muerte de la Esposa novel Chapter 106

Capítulo 106

Valentín alzó la mirada, perdido en un torbellino de pensamientos que el alcohol apenas lograba adormecer.

-¿A dónde fueron?

Eugenia, con las manos entrelazadas frente a su delantal, respondió con calma.

-Eso no lo , señor.

Él levantó una mano y presionó su sien, donde un latido insistente retumbaba como un tambor lejano, avivando su inquietud.

-¿Y Pablo? ¿Y mi madre?

-La señorita Varela los llevó a cenar. Permítame, voy a prepararle una sopa para aliviar el

malestar.

-Está bien.

Valentín asintió, sintiendo un hueco que se abría en su pecho, sutil pero persistente. Se encaminó hacia el baño con la intención de refrescarse, cuando sus ojos tropezaron con una caja solitaria sobre la mesa. El diseño del empaque, sobrio pero distinguido, llevaba el sello de una marca de lujo que conocía bien.

Dudó por un instante, tentado de llamar a Eugenia para preguntar, pero al verla afanada en la cocina, desistió. Con dedos curiosos, tomó la caja y la abrió. Dentro, un estuche de terciopelo aguardaba. Al levantarlo, un par de gemelos de obsidiana negra brilló bajo la luz tenue, como dos estrellas atrapadas en la penumbra.

De pronto, la niebla en su mente se disipó. Recordó las palabras de su asistente: Esmeralda había invertido una fortuna en unos gemelos hechos a medida. Su cumpleaños estaba a la vuelta de la esquina, y todo encajó como piezas de un rompecabezas olvidado.

Seguro es esto, pensó, y una sonrisa suave se dibujó en sus labios.

-Con razón -murmuró, dejando escapar una risita baja-, siempre pidiéndome dinero últimamente. Era para esto.

Claro, desde que se casaron, ella había dejado de trabajar. Si quería sorprenderlo con algo así, no le quedaba más remedio que exprimir sus bolsillos. Divertido por la ocurrencia, contempló los gemelos un momento más antes de devolverlos con cuidado a su lugar, como si nunca los hubiera tocado. Decidió guardar el secreto y esperar a que ella misma se los entregara, dándole la oportunidad de inventar alguna excusa encantadora. Así, todo lo que había tensado el aire entre ellos estos días quedaría atrás.

Unos diez minutos después, Eugenia emergió de la cocina con el aroma cálido de la sopa llenando el pasillo.

Capitulo 106

-Señor, su sopa está lista

Al no hallarlo, empujó con suavidad la puerta del dormitorio principal. Allí, sobre la cama, Valentín yacía profundamente dormido, aún con la ropa del día puesta. Eugenia parpadeó, sorprendida. Desde hacía semanas, él había preferido la habitación de invitados, pero esta noche era diferente. Tal vez el regreso de la señora había obrado ese pequeño milagro.

Una sonrisa leve cruzó su rostro. Con algo de suerte, la armonía pronto florecería de nuevo en

la casa.

Más tarde, el rumor de pasos anunció el regreso de Jazmín y Margarita con Pablo. El niño, agotado, no dejaba de bostezar mientras tironeaba de la mano de Jazmín.

-Jaz, cuéntame un cuento antes de dormir, ¿?

Pero cuando Eugenia mencionó que Valentín descansaba en el dormitorio principal, una chispa brilló en los ojos de Jazmín. Con una excusa rápida, despachó a Pablo con su abuela.

-Tengo unos pendientes de trabajo que acabo de recordar. Margarita, ¿te encargas de él?

Ya en la habitación de los niños, mientras Margarita arropaba al pequeño, Jazmín se deslizó sigilosamente hacia el dormitorio principal. Empujó la puerta con cuidado, y un silencio espeso, impregnado del aroma agrio del alcohol, la recibió.

-Valentínsusurró, acercándose a la cama.

Él respiraba hondo, perdido en el sueño. Jazmín lo observó: aún llevaba la camisa arrugada y los pantalones del traje, con un solo zapato desechado en el suelo.

-Valentín, ¿cómo te duermes así? Ven, levántate y quítate esto primero.

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