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La Falsa Muerte de la Esposa novel Chapter 110

Capítulo 110

La voz de Eugenia temblaba al otro lado de la línea, cargada de un miedo que se colaba por

cada palabra.

-El doctor dice que, al parecer, ingirió algo que no debía. Sus signos vitales están muy inestables ahora mismo y acaban de emitir una alerta de estado crítico.

Antes de que Esmeralda pudiera responder, un murmullo apagado interrumpió la llamada, seguido por el timbre grave y firme de Valentín:

-Soy yo.

Un silencio gélido se apoderó de ella. Aquella voz le revolvía el estómago, como si un desprecio antiguo y amargo se hubiera asentado en su pecho.

-Pablo es tu hijo. Ven al hospital cuanto antes.

Esmeralda apretó los labios, conteniendo la bilis que le subía por la garganta. Con un gesto lento, se llevó la mano a la frente y respondió, cortante:

-Entiendo.

Sin más, cortó la llamada.

Estefanía, que había estado observando desde el borde de la cama, se acercó con paso suave.

-¿Tu pequeño está enfermo?

-Sí, voy a verlo al hospital ahora mismo.

Estefanía vaciló un instante, sus dedos rozando el brazo de Esmeralda antes de tomarlo con delicadeza.

-Entiendo que es tu hijo, pero no permitas que nadie, ni siquiera él, te robe la vida que mereces. -Lo .

Esmeralda palmeó su mano con suavidad, como quien calma una tormenta a punto de estallar. -No voy a doblegarme ni a ceder por él.

-Qué bueno escucharlo.

Estefanía dejó escapar un suspiro aliviado, y una chispa de calma volvió a sus ojos.

-El hospital es un caos, lleno de gente. No quiero estorbarte. Si necesitas algo, solo llámame.

-Claro, tranquila.

Con Estefanía, Esmeralda siempre hallaba un refugio, un rincón de serenidad en medio del vendaval.

Capítulo 110

Al llegar al hospital, Esmeralda siguió las indicaciones que Eugenia le había enviado, avanzando con paso firme hasta detenerse frente a la habitación. El aire olía a desinfectante y ansiedad.

-Señora.

Eugenia se aproximó con los ojos enrojecidos, brillantes de lágrimas contenidas.

Esmeralda inclinó la cabeza en un leve saludo y luego posó su mirada en Valentín y Margarita, cuyos rostros reflejaban una mezcla de agotamiento y reproche. Margarita, con las mejillas aún húmedas, dio un paso adelante al verla.

-¡Bruja!

Su grito resonó como un latigazo mientras alzaba la mano, dispuesta a abofetearla.

Eugenia reaccionó al instante, interponiéndose con agilidad.

-¡Margarita, por favor, qué haces!

-¡Quiero hacerla pedazos! ¡Si no fuera por ella, mi nieto no estaría así! ¡Ella debería estar en su lugar!

Margarita temblaba de furia, sus palabras cargadas de un veneno que parecía consumirla.

El rostro de Esmeralda se endureció, una máscara de piedra tallada por el hastío.

-¿Y qué tiene eso que ver conmigo?

Margarita soltó una risa seca, casi histérica, incrédula ante la calma de su rival.

-¡Eres su madre! ¿Cómo tienes el descaro de decir eso? ¡Tu hijo lleva más de dos horas en emergencias, y pretendes hacerte la inocente!

Esmeralda respondió con una carcajada breve y afilada, teñida de sarcasmo.

-El niño no solo tiene madre, también tiene padre. ¿Por qué no le das un golpe a él?

Valentín, con el ceño fruncido y la paciencia al límite, avanzó para sujetar a Margarita, que aún se retorcía entre sus brazos.

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