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La Falsa Muerte de la Esposa novel Chapter 112

Capítulo 112

-Es posible que lo de anoche haya sido un malentendido, Valentín, pero tu frialdad y tu desinterés durante tanto tiempo no tienen excusa.

Esmeralda apartó la mirada con un gesto sutil, esquivando el peso de sus ojos.

-Si no hubieras alimentado las ilusiones de Jazmín una y otra vez, consintiéndola y dándole alas, ¿cómo se habría atrevido a tanto? El verdadero error, Valentín, empezó contigo.

Con esas palabras suspendidas en el aire, Esmeralda deslizó una mirada rápida hacia el cuarto del hospital, su voz teñida de una calma gélida:

-Pablo va a estar bien. Yo me voy.

Valentín se quedó inmóvil, atrapado en la incredulidad, observando cómo ella se alejaba con pasos firmes y decididos. Una extraña sensación lo anclaba al suelo, como si el mundo se hubiera detenido.

Margarita se acercó con premura, su voz cargada de reproche.

-¿Y ahora a dónde se supone que va?

-¡Valentín, haz algo! ¡Es la madre de tu hijo! Pablo acaba de pasar por algo tan grave, ¿y ella simplemente se larga?

-Mira nomás qué joya trajiste a casa. ¡Vaya madre y señora! La familia Espinosa le pone el mundo a sus pies, ¡y nos sale con que es una reina!

-¡Qué vergüenza, qué vergüenza!

Entre los lamentos y las quejas de Margarita, Valentín sentía que su cabeza estaba a punto de estallar. Con un susurro agotado, le pidió a su madre que bajara la voz. Luego, sin más fuerzas, se dejó caer en la silla junto a la puerta del cuarto, el cansancio pesándole en los hombros.

Siempre había creído que todo estaba bajo su dominio, que nunca perdería las riendas. Pero ahora, Esmeralda se le escapaba como arena entre los dedos

Una hora después, en la oficina del director, el ambiente era distinto. Esmeralda se puso de pie con un brillo de alivio al ver llegar a Hermano Samuel, quien irrumpió con pasos acelerados.

-Hermano Samuel

Samuel Rivas inclinó la cabeza en un gesto sereno, su voz firme pero reconfortante.

-Tranquila, Esmeralda, todo va a salir bien.

Varios médicos en la sala, al reconocerlo, se acercaron con entusiasmo, ansiosos por

saludarlo.

-¡Dr. Rivas, qué honor! He oído maravillas de su trabajo.

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Capitulo 112

-Soy Iván Torres, Dr. Rivas. Nos cruzamos en aquel foro internacional, ¿recuerda?

-Su artículo sobre epilepsia infantil y medicina antigua fue una obra maestra. Mi mentor colabora en ese proyecto.

Samuel, con su humildad característica, respondió a los halagos con una sonrisa discreta.

-Muchas gracias, pero dejemos los cumplidos. Hay que enfocarnos en lo que nos reúne.

El director intervino con agilidad, tomando el mando de la situación. Le indicó al médico de Pablo que entregara el expediente a Samuel. Este lo revisó con atención, sus ojos recorriendo las páginas con rapidez, y luego se puso en pie.

-Llévenme a ver al niño.

-Claro, Dr. Rivas. Si me permite la curiosidad, ¿qué tan probable es que lo cure?

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