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La Falsa Muerte de la Esposa novel Chapter 17

Capítulo 17

Cuando Esmeralda cruzó el umbral empujando la silla de ruedas de Isaac, la habitación de la abuela se llenó de una calidez casi tangible. La anciana, recostada entre almohadones, alzó la vista y una sonrisa amplia floreció en su rostro arrugado al verlos.

-Ay, qué hermosa pareja forman ustedes dos.

La criada, que sostenía un vaso de agua con mano temblorosa, contuvo el aliento. Temía que el comentario desatara la furia del señor y que, de algún modo, la culpa recayera sobre ella. Pero, contra todo pronóstico, Isaac permaneció imperturbable, como si las palabras de su abuela se

hubieran disuelto en el aire.

-Abuela, ¿cómo se siente hoy? -preguntó él, con una suavidad que contrastaba con su porte

severo.

-Mucho mejor, hijo -respondió Úrsula, asintiendo con entusiasmo. Sus manos frágiles dieron palmaditas en el borde de la cama, invitando a Esmeralda a acercarse-. Ven, querida, siéntate aquí a mi lado.

Esmeralda se aproximó con una sonrisa cortés, aunque algo tensa, y tomó asiento junto a la

anciana.

-Cariño, aún no cómo te llamas -dijo Úrsula, mirándola con ojos brillantes de curiosidad.

-Abuela, puede llamarme Siete.

-¿Siete? ¿Como número? ¿Qué, tus padres tienen un ejército de hijos?

-Eh-Esmeralda titubeó, buscando una respuesta.

-Ay, tus papás deben quererse con locura. Ojalá tú e Isaac lleguen a amarse tanto como ellos.

La voz de la abuela adquirió un matiz más grave, cargado de ternura y experiencia.

-Pero no te agobies, no te voy a pedir que llenes la casa de niños. Eso desgasta mucho a una mujer; con uno es suficiente.

Luego, negó con la cabeza, como corrigiendo sus propios pensamientos.

-No, mejor dicho, ustedes decidan. Si no quieren tener hijos, pues que no haya ninguno.

Un nudo inesperado se formó en la garganta de Esmeralda. Sin saber por qué, la sombra de su suegra, Margarita Ponce, se coló en su mente. Aquella mujer implacable que, desde el primer día, la había atosigado con la idea de un segundo hijo. Recordó los días oscuros viviendo bajo el mismo techo que sus suegros, donde la paz era un lujo inalcanzable. Aunque luego se mudaron, Margarita aparecía como un eco insistente, primero exigiendo un embarazo, después un hermano para Pablo, tratándola como si su único valor fuera parir. Una vez, Esmeralda la oyó susurrarle a Valentín con desprecio: Si no quiere darte más hijos, hay muchas allá afuera que ; por , que se largue. En aquel entonces, ella lo soportó todo por mantener la armonía. Ahora, al evocarlo, una punzada de arrepentimiento la atravesó: qué ingenua había sido.

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Capítulo 17

-Isaac, no vayas a tratar mal a Siete, ¿me oíste? -advirtió Úrsula, con un tono que mezclaba cariño y firmeza.

-Lo , abuela -respondió él, sereno.

Esmeralda alzó la mirada y sus ojos se encontraron con los de Isaac. En ese instante,

comprendió su juego. Úrsula estaba frágil, y él, tras esa fachada de acero, no quería herirla. Por eso toleraba las fantasías de la anciana.

Tras una charla ligera, Esmeralda ayudó a Úrsula a recostarse con delicadeza y se preparó para salir junto a Isaac.

-Gracias por lo de hace rato -dijo él de pronto, rompiendo el silencio.

Esmeralda parpadeó, sorprendida por aquella gratitud inesperada.

-No fue nada, solo quería que la abuela estuviera contenta.

-Déjate el anillo puesto -sugirió Isaac, con voz calma-. Así no habrá preguntas la próxima

vez que vengamos.

-¿La próxima vez? ¿Entonces?

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