Capítulo 170
La mujer concluyó sus palabras, tensando sus dedos sobre la manga de Esmeralda mientras la ansiedad se reflejaba en su rostro como un lienzo traicionero.
-¿No nos guardarás rencor por esto, verdad?
Esmeralda entreabrió los labios, pero el silencio se instaló entre ambas por un instante que pareció eterno, hasta que finalmente negó con un gesto sereno.
-Es completamente comprensible.
Una mujer con la agudeza emocional de la señora Santana difícilmente habría permanecido engañada durante tanto tiempo; lo contrario habría resultado verdaderamente sorprendente.
-Al principio, cuando te vi acercarte a Isaac, pensé que solo buscabas aprovechar la influencia de nuestra familia para beneficiar a tu esposo. Sin embargo, pronto noté que algo en esa ecuación no encajaba.
-Parece que ya no sientes absolutamente nada por tu marido. Después, vi en los noticieros tu supuesto salto al río, y luego te escuché hablando por teléfono con Isaac. Todo cobró sentido: habías orquestado una brillante estrategia para liberarte.
La señora Santana dirigió hacia Esmeralda una mirada impregnada de genuina compasión.
-No existe dolor más profundo que la pérdida de toda esperanza. Aunque desconozco los detalles de tu sufrimiento, si te viste obligada a tomar medidas tan drásticas, tu corazón debe haber sido destrozado sin piedad.
De pronto, Esmeralda sintió como si alguien hubiera tocado la fibra más vulnerable de su ser.
Durante el transcurso del último mes, numerosas personas habían extendido su apoyo y ayuda, rodeándola con gestos de solidaridad. Pero quien verdaderamente parecía captar la esencia de su dolor era la señora Santana.
Ella, que había crecido sin la presencia de figuras parentales, jamás había experimentado el calor del amor maternal. Y ahora, en ese preciso instante, una diminuta semilla llamada afecto
maternal comenzaba a brotar tímidamente en su interior.
Asintió mientras sus ojos se cristalizaban con lágrimas contenidas.
-No te atormentes más.
La señora Santana posó su mano sobre el hombro de Esmeralda con delicadeza.
-Salvaste a Úrsula Santana, te convierte en benefactora de nuestra familia. Y en confianza… todos nosotros te apreciamos enormemente, cuenta con nuestro apoyo incondicional.
Las palabras que había planeado pronunciar se transformaron en el último segundo, y tras pronunciarlas, la señora Santana obsequió a Esmeralda una sonrisa impregnada de afecto maternal.
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Naturalmente, ella percibia los sentimientos que su hijo albergaba.
Pero los Santana jamas impondrian decisiones contra la voluntad ajena. Se negaba rotundamente a utilizar su posición privilegiada para ejercer presión sobre otros.
Si estos jóvenes estaban destinados a unir sus caminos, el tiempo eventualmente se encargaría de entrelazarlos,
-Gracias por su comprensión…
-De ahora en adelante, simplemente llamame señora. Ya te diriges a la abuela como tal, resultaria inapropiado continuar con formalismos, ¿no crees?
Esmeralda esbozó una sonrisa y asintió vigorosamente.
Tras venerar a aquella deidad, la anciana insistió en visitar al dios del amor ubicado más allá. La señora Santana, consciente de que la abuela seguramente deseaba orar por la unión de Esmeralda e Isaac, temiendo incomodar a la joven, se ofreció a acompañarla.
-Siete, aguardanos aqui.
-Como usted prefiera, señora.
Esmeralda inhaló profundamente. La fragancia del incienso recién encendido inundó sus fosas nasales, nublando momentáneamente sus pensamientos.
La capilla constituye un santuario para el alma. Ya que se encontraba allí, decidió emprender un breve recorrido para purificar su espíritu.
El interior del recinto albergaba incontables lámparas votivas. Esmeralda captó murmullos que aseguraban que las lámparas ubicadas más próximas a la efigie del santo alcanzaban valores millonarios.
“¿Millones simplemente para honrar a los difuntos?”
Esmeralda no pudo evitar que la sorpresa se apoderara de su interior.
No solo representaba una suma extraordinaria, sino que probablemente los homenajeados gozaban de un estatus particularmente elevado…
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