Capítulo 26
Un suspiro de alivio escapó de los labios de Jazmín cuando, justo antes de que el evento diera inicio, un subordinado apareció jadeando con una caja de cartón entre las manos. La madera del suelo crujió bajo sus pasos apresurados mientras se acercaba.
-¡¿Por qué tardaste tanto?! -reclamó Jazmín, arrebatándole la caja con un gesto cargado de fastidio.
El asistente, con el rostro teñido de vergüenza, bajó la mirada.
-Lo mandé a hacer con un artesano. No imaginé que se demoraría tanto.
-Está bien, ya vete. Regresa al trabajo.
Jazmín dejó la caja a un lado y se permitió un instante para recomponerse. El retraso había tensado sus nervios, pero al menos el desastre se había evadido por un margen estrecho. “Todo esto por una manualidad“, reflexionó con un dejo de incredulidad. ¿De verdad era tan complicado? No lograba entender por qué en este mundo solo Esmeralda parecía capaz de resolver estas cosas con sus propias manos.
“Las mujeres debemos valernos por nosotras mismas“, se dijo, ajustándose el cabello con un movimiento elegante. Si un poco de dinero podía arreglarlo, ¿qué sentido tenía ensuciarse las
manos?
A unos pasos, Margarita sostenía su celular frente a Pablo, cuya carita se iluminaba con cada palabra.
-Mira, pequeño, tu mamá no te olvida tan fácil. Aquí tienes la corona de flores que te hizo.
-¿De qué hablan, tía? -preguntó Jazmín, acercándose con curiosidad mientras dejaba la caja en el suelo junto a ellos.
-Mira esto -respondió Margarita, señalando la pantalla-. Esmeralda, con todo su drama de haberse ido de casa, y aún así se tomó el tiempo de hacerle esto a Pablo.
Jazmín tomó el celular y sus ojos se posaron en una publicación de Instagram. La imagen mostraba una corona de flores de papel rojo, tejido con una delicadeza que parecía danzar entre las hebras, tan hermoso que casi parecía irreal.
[¡Quien lo vea no puede evitar decir que tengo manos de oro~], decía el mensaje.
-¡Mamá es increíble! – exclamó Pablo, sus ojos brillando como estrellas-. ¡Qué bonito le quedó!
Jazmín apretó los dientes, sintiendo cómo una chispa de irritación se encendía en su pecho. “¿Qué pretende esta Esmeralda?“, pensó, conteniendo el impulso de fruncir el ceño. “Después de todo su escándalo al irse, ¿ahora vuelve a escena con esto?” Si de verdad tuviera agallas, se habría quedado lejos de una vez por todas.
Con un esfuerzo casi palpable, Jazmín esbozó una sonrisa y miró a Pablo.
16:50
-Tranquilo, Pablito, el que yo te hice te va a gustar todavía más.
Pablo reparó en la caja de cartón y su entusiasmo estalló como un cohete.
-¡Guau, mira qué grande es! ¡Seguro es mucho mejor que el de mamá!
Margarita dejó escapar un bufido suave, cargado de complicidad.
-Claro que sí, mi cielo.
En ese momento, el bullicio del evento cobró vida. La maestra, con una energía que llenaba el aire, tomó el micrófono y dio inicio a la actividad, invitando a los niños a presentar sus creaciones uno por uno. Pablo, ansioso, levantó la mano tan alto como pudo, decidido a ser el primero en subir al escenario. No iba a seguir esos consejos de su madre sobre mantenerse discreto. ¡Él quería brillar!
Abrazando la caja, que apenas podía sostener por su tamaño, Pablo se abrió paso entre los demás niños, empujándolos con torpeza hasta llegar al frente.
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