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La Falsa Muerte de la Esposa novel Chapter 29

Capítulo 29

Margarita, encendida por la furia, dejó entrever en su rostro una tormenta que intimidó a la pequeña Araceli hasta hacerla estallar en un llanto desconsolado.

Diego Teresa, con el corazón apretado por la pena, envolvió a su nieta en un abrazo cálido y

protector.

-No llores, Araceli, tranquila, ya pasó -susurró con ternura, acariciándole el cabello.

Teresa, erguida como un roble, dio un paso adelante y se plantó frente a Araceli, encarando a Margarita con una mirada afilada.

-¿Usted es la abuela de esta niña? -preguntó, su voz cargada de autoridad.

-Si, lo soy, ¿y qué con eso? -replicó Margarita, desafiante, con el mentón en alto.

Teresa, sin titubear, respondió con calma pero firme:

-Soy la abuela de Araceli. Esta corona de flores la hizo ayer junto con su tía. Tengo testigos: mis empleados y el chofer lo vieron todo. Usted dice que es suyo, ¿qué pruebas tiene?

-¡Pruebas! ¡Ja! ¡Ahora mismo te las enseño! -espetó Margarita con un bufido, sacando su

celular con gestos bruscos.

Sin embargo, tras unos segundos de búsqueda frenética, sus dedos se detuvieron. La publicación de Instagram de Esmeralda no estaba por ningún lado.

-¿Eh? -murmuró, desconcertada.

Teresa la observaba con una serenidad que rozaba la indiferencia, esperando a ver qué inventaría esa mujer. Recordaba perfectamente cómo la señorita Siete y Araceli habían armado aquella corona de flores bajo su mirada atenta la tarde anterior.

-Margarita, ¿ya encontraste algo? -intervino la maestra, con la frente perlada de sudor y la voz temblorosa, temiendo las repercusiones.

-Espera, dame un segundo -respondió Margarita, abandonando Instagram para buscar en su conversación con Esmeralda.

Al intentar abrir el perfil de nuevo, solo encontró una línea gris. Algo no cuadraba. Le escribió un mensaje rápido, pero un signo de exclamación rojo le devolvió la realidad: ¡Esmeralda la había bloqueado! Por un instante, Margarita se quedó petrificada, atrapada entre la sorpresa y la incredulidad.

-Parece que no tienes nada que mostrar, ¿verdad, Margarita? -dijo Teresa, pronunciando el nombre con una mezcla de sorna y curiosidad, mientras clavaba sus ojos en ella-. ¿Cómo se llama tu hijo?

Pablo, aún furioso, con la vista fija en la corona de flores roja como si fuera un tesoro robado, respondió con un gruñido:

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Sapitulo 29

-¡Mi papá se llama Valentin! ¡Es un empresario importante y me va a vengar! ¡Ya lo verán!

La maestra frunció el ceño, disgustada. ¿Desde cuándo ese niño, que antes era tan dulce, se había vuelto tan insolente?

Teresa recorrió con la mirada a los presentes, atando cabos con una claridad repentina. ValentínClaro, el mismo que había intentado congraciarse con ellos hacía poco, arrastrándose por una colaboración. Y esa mujer, ahora que la veía bien, ¿no era la misma que lo acompañaba aquel día? Como dicen, la manzana no cae lejos del árbol: el padre con sus tretas, el hijo con sus berrinches.

Margarita, sin sospechar aún con quién se enfrentaba, solo sentía el ardor de la humillación recorriéndole las venas. Rodeó a Pablo con sus brazos y exclamó:

-No te preocupes, Pablo. Esa solo es una corona de flores fea, no nos hace falta. Que se la queden, vámonos de aquí.

Con eso, se marchó airada, cargando al niño como si fuera su última defensa.

Araceli, entre sollozos quedos, seguía temblando.

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