Capítulo 41
A Araceli le encantaba acercarse a Esmeralda, atraída no solo por el placer genuino de su compañía, sino también por ese lazo tácito que la convertía en su “tía“.
Isaac no lo negó.
-Mi hermana y su esposo son pilares en la industria aeroespacial. Desde jóvenes han ocupado roles clave en seguridad nacional, siempre viajando durante meses. Por eso, Araceli suele quedarse con mis padres.
Esmeralda inclinó la cabeza en un gesto suave.
-Es una niña muy bien criada. Han hecho un trabajo admirable con ella.
-Tú también pareces tener un don para guiar a los pequeños.
-¿Yo? -Esmeralda soltó una risa breve, teñida de amargura-. Qué ironía. Mi gran experimento resultó ser un completo desastre.
Isaac deslizó los dedos por el borde de la taza de café, pensativo.
-Es Pablo, ¿verdad?
No lo preguntó. Lo afirmó, como si las piezas del rompecabezas hubieran encajado solas en su mente. La tensión en el rostro de Esmeralda cuando Araceli mencionó a Pablo, sumada a los ecos de su pasado con Valentín, lo había revelado todo. Él sabía que Pablo era su hijo.
Esmeralda sintió que algo se atoraba en su garganta. Se envolvió más en la manta, que de pronto parecía insuficiente para abrigar la desolación que la invadía. Desde que abandonó a la familia Espinosa, el alivio había sido real, pero la tristeza pesaba más. No por ellos, no por lo que dejó atrás, sino por sí misma. Por su propio naufragio como madre, incapaz de moldear siquiera a un niño.
-Aún es pequeño -dijo Isaac, con voz calma-. Siempre hay tiempo para intentarlo de nuevo.
Esmeralda negó con la cabeza, un movimiento lento y definitivo.
-No. No habrá más tiempo.
Estaba a punto de desvanecerse de este mundo, y con ello, toda posibilidad de corregir el rumbo con su hijo se esfumaría como polvo entre sus manos.
-Tú y Valentín… -Isaac titubeó, buscando con cuidado las palabras-. Perdona, no quiero meterme donde no me llaman, pero debo admitir que siento curiosidad.
-Lo entiendo -respondió ella con una sonrisa tenue-. Me abriste las puertas de la familia Santana para tratar a Úrsula, me dejaste compartir con Araceli… Seguro investigaste quién
soy.
Sabía que era improbable que Isaac ignorara los detalles de su pasado “romántico“. Giró el rostro hacia él, aún con esa sonrisa frágil.
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Capitulo 41
-Puedes reírte si quieres. Sé que antes fui una tonta.
Isaac frunció el ceño, incómodo.
-No es lo que quise decir.
-Señor Santana, ¿puedo pedirte un favor? -Una ráfaga helada cruzó el jardín, y Esmeralda se encogió bajo la manta, alzando la vista hacia él con los ojos enrojecidos-. Podría cobrarte un poco menos por la consulta.
Él tragó saliva, intrigado.
-¿Qué necesitas?
-Pronto desapareceré de este mundo… -comenzó, y la mirada de Isaac se endureció de inmediato, afilada como el borde de una hoja.
Esmeralda se apresuró a aclarar.
-Voy a tomar una nueva identidad. Quiero empezar de cero, vivir mi propia vida.
La tensión en los ojos de Isaac se suavizó, y su postura, antes rígida, se relajó.
-¿Planeas fingir tu muerte?
-Sí–asintió ella, con un brillo de determinación en la mirada.
-¿En qué te ayudo?
-Con lo que tengo ahora, me es casi imposible cambiar del todo mi identidad.
-Temes que los Espinosa te encuentren.
-Es casi seguro que lo harán -admitió ella, con un dejo de resignación.
Isaac asintió, captando la magnitud del problema.
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