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La Falsa Muerte de la Esposa novel Chapter 42

Capítulo 42

Esmeralda sintió cómo el grito de Estefanía al otro lado de la línea reverberaba en sus oídos, un eco afilado que amenazaba con derribarla.

-¿Quieres que publique en Twitter y deje que mis veinte millones de seguidores te despedacen sin piedad?

El corazón de Esmeralda dio un vuelco. No le temía a tormentas ni a enemigos silenciosos, pero la furia de Estefanía era un huracán que no podía ignorar. No eran solo palabras vacías: ella era perfectamente capaz de cumplir su amenaza. El año anterior, tras un desplante de Esmeralda, Estefanía apareció en un programa en vivo, con esa sonrisa suya que destilaba veneno dulce. Frente a las cámaras, había dicho:

-En realidad, no tenía tiempo, pero gracias a que mi adorada amiga me dejó colgada, aquí estoy, encantada de la vida.

Esa noche, el nombre de Esmeralda no salió a la luz, pero el mundo entero especuló sobre la misteriosa amada amigaque osaba desafiar a la reina del espectáculo. Cuando revisó su celular, un aluvión de notificaciones la golpeó como una marea desbocada. Por suerte, Estefanía guardó su identidad en secreto; de lo contrario, los fanáticos la habrían sepultado bajo una avalancha de insultos.

-Lo siento, lo siento, rubia, no te enojes, ¿? -suplicó Esmeralda, con la voz temblorosa-. Te invito a comer mañana, lo que quieras, yo pago todo.

-¡Bah, eso no me interesa ni un poco! -Estefanía soltó un resoplido cargado de desprecio-. ¿Dónde estás ahorita? ¿Tienes dónde quedarte? Dime y voy por ti.

Esmeralda tragó en seco, dejando que su mirada se perdiera en el vasto patio trasero de la mansión Santana, donde las luces de la noche acariciaban los jardines perfectamente recortados. Confesarle a Estefanía que estaba allí sería como arrojar una chispa a un polvorín. -Estoyen casa de una amiga -mintió, apretando el celular con dedos inquietos-. Hablamos mañana con más calma, ¿te parece?

-¿Amiga? -El escepticismo tiñó la voz de Estefanía como un trazo oscuro-. ¿Qué otra amiga tienes además de mi?

Esmeralda forzó una sonrisa, aunque nadie podía verla.

-Has estado tan ocupada últimamente que, bueno, conocí a alguien más. Pero tranqui, siempre serás la número uno. ¿Dónde nos vemos mañana?

-Más te vale no olvidarlo -replicó Estefanía, con otro resoplido que sonó casi teatral-. Nos vemos en el restaurante de siempre, ya sabes cuál. Y piénsalo bien, porque me vas a compensar por largarte sin avisarme. ¿Qué harías si te pasa algo, eh?

Bajo la fachada de enojo, Esmeralda percibió el hilo dorado de la preocupación. Estefanía no estaba furiosa por orgullo; le angustiaba que su amiga, sin familia a la que recurrir, enfrentara

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sola las sombras de su vida. Con los ojos húmedos, Esmeralda susurró:

-Gracias, Estefanía.

-¡Ay, en vez de agradecerme, mejor planea cómo vas a hacerle pagar a ese infeliz!

Tras unas palabras más, la llamada terminó. Esmeralda dejó escapar un suspiro largo, como si expulsara el peso del día. Sus ojos se posaron en la pequeña Araceli, que dormía plácidamente sobre la cama, con la respiración suave como un murmullo. Una calma inesperada envolvió su alma agitada.

Esa niñacómo quisiera que fuera mía, pensó, mientras una chispa de ternura le calentaba el pecho.

A la mañana siguiente, antes de que el sol desperezara del todo a Araceli, Esmeralda e Isaac acordaron trasladarla a la habitación de él. Cuando la pequeña abrió los ojos y vio a sus tíos a su lado, saltó de la cama con una energía que iluminó el cuarto. Corrió hacia Esmeralda y la abrazó con fuerza, pegando su mejilla al vientre de la mujer.

-¡¿Estás ahí, hermanita?!

Esmeralda parpadeó, desconcertada por la efusividad de la niña.

-Araceli, ¿qué estás haciendo?

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