Capítulo 46
Valentín sentía que el llanto desgarrador de Pablo lo atravesaba como un eco interminable. Con un gesto de hastío, presionó su sien mientras el bullicio de la oficina zumbaba a su alrededor.
-Escucha, Pablo, en un rato Eugenia pasará por ti al kínder. Papá está hasta el cuello de trabajo y no puede ir ahora. Pásale el teléfono a la maestra, ¿sí?
Una oleada de frustración lo consumía por dentro. Acababa de enterarse de que la familia Santana no solo había desechado su propuesta de colaboración, sino que, para colmo, habían decidido apostar por sus rivales. ¡Era un golpe directo, un intento descarado de hundirlo en el fango! Algo, sin duda, había salido terriblemente mal.
-Señora Carrera, ya le avisé a Pablo. En un momento una dama de la familia lo recogerá.
-¿Entonces usted no vendrá, señor Espinosa?
-Imposible, estoy ocupado.
Valentín titubeó unos instantes, como si una chispa de duda cruzara su mente, antes de añadir: -Oiga, por cierto, ¿Pablo dijo algo de que su mamá estuvo ahí?
-Sí, la señora Espinosa pasó por aquí, pero… vino con otro niño.
-¿Otro niño? -repitió Valentín, frunciendo el ceño hasta que las arrugas se marcaron como surcos profundos.
¿Esmeralda, negligentemente dejando de lado a su propio hijo para cuidar a los retoños de alguien más? La idea lo encendió como una mecha.
-¿De quién es ese niño?
-Es Araceli, la pequeña que ayer tuvo un roce con Pablo. Señor Espinosa, no suelo meterme en estas cosas, pero…
La señora Carrera bajó la voz hasta convertirla en un susurro cómplice, apartándose un poco para que nadie la oyera:
-Hay detalles que los papás no deberían pasar por alto. Araceli pertenece a la familia Santana. No nos conviene tener problemas con ellos.
Un latido repentino golpeó el ojo de Valentín, como si el mundo entero se hubiera detenido para dejarle sentir el peso de esas palabras.
-¿Cómo dijo? ¿Parte de la familia Santana?
-Así es. La mamá de Araceli es hija de los Santana. No muchos lo saben, pero Pablo la ha hecho llorar más de una vez, y eso… es delicado.
-Ya veo–cortó Valentín, seco como un trueno.
16:53
Capítulo 46
Apretó el celular con tanta fuerza que parecía a punto de quebrarlo. Sus ojos ardían, cargados de una furia que apenas lograba contener, como brasas a punto de desatar un incendio. Colgó sin despedirse y descargó un puñetazo contra la mesa, haciendo temblar los papeles encima.
El asistente, sobresaltado, dio un paso atrás.
-¿Señor Espinosa, llamamos al Grupo Santana?
-No, déjalo masculló Valentín, rechinando los dientes.
Comments
The readers' comments on the novel: La Falsa Muerte de la Esposa