Capítulo 71
Pablo, que hasta ese momento solo había estado armando un alboroto, al sentir el amparo de su padre se deshizo en un llanto aún más desgarrador. Se aferró a Valentín con desesperación, sollozando sin control hasta que el aire le faltó, dejando sus mejillas encendidas como brasas y los ojos anegados en lágrimas.
-¡Esmeralda, ¿qué demonios estás haciendo?!
Las venas en la frente de Valentín parecían a punto de reventar, su rostro crispado por una furia que apenas contenía. De no ser por las miradas curiosas que los rodeaban, su mano ya habría volado hacia ella en un impulso irrefrenable.
-¡Es tu hijo, y lo tratas así!
-Mírate, no tienes ni una pizca de madre en ti.
-Jaz siempre me dijo que no sabías criar a los niños, y yo, idiota, no le creí. Pero ahora lo veo
claro.
-Si no puedes ser una madre decente, entonces mejor ni lo intentes.
Esmeralda alzó la vista, sus ojos destellando incredulidad y una chispa de indignación. “¿Este hombre perdió la cabeza?“, pensó, atónita. Era su hijo, el pequeño tirano que Valentín había malcriado, quien desataba aquella tormenta de insultos sin sentido. Él, que nunca puso orden en casa, ahora se atrevía a juzgarla a ella, la madre que cargaba con todo. “Qué ciega estuve“, se recriminó en silencio, “creyendo que este hombre podía ser un esposo digno, un padre
ejemplar“.
-¡Fuera de aquí!
Con un gesto helado, señaló la puerta, su voz cortante como el filo de una verdad largamente reprimida.
-¿Me estás echando?
Valentín soltó una carcajada seca, cargada de sarcasmo, mientras sus ojos se deslizaban hacia Carmelo, que permanecía firme al lado de Esmeralda.
-¿Me botas para hacerle espacio a otro? Esmeralda, ¿cómo no vi antes lo astuta que eres?
-¿De qué hablas?
Ella se quedó petrificada, incapaz de descifrar el veneno que destilaban sus palabras.
-Tú sabes perfectamente si estoy delirando. Ahora entiendo por qué no has regresado en tanto tiempo: tienes a alguien más.
-Y encima te haces la ofendida con Jaz. ¿Con qué cara, Esmeralda?
El shock la atravesó como un relámpago. El Valentín que ella recordaba, gentil, refinado, se
había desvanecido, remplazado por este hombre mordaz que la hería con cada sílaba, Iba a
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Capítulo 71
replicar, pero Carmelo, que había guardado silencio hasta entonces, no pudo contenerse más.
-¡Señor Espinosa, está siendo injusto de más!
-¿Y a ti qué te importa cómo disciplino a mi esposa?
Carmelo frunció el ceño, su tono firme pero sereno.
-La señorita Esmeralda no es como usted la pinta, ella solo…
-Espera un momento.
Valentín entrecerró los ojos, escrutando a Carmelo con una mezcla de sospecha y
reconocimiento. Tras un instante, preguntó:
-¿Tú eres el asistente del señor Santana?
No era de extrañar que su rostro le resultara conocido.
-Así es respondió Carmelo con un leve asentimiento-. Soy Carmelo, asistente del señor
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