Capítulo 70
Carmelo emergió de la sala, sosteniendo con suavidad la mano de Araceli, cuando sus ojos tropezaron con la figura imponente de Valentín y el pequeño Pablo. El aire se cargó de una incomodidad punzante, como si el tiempo dudara en avanzar.
Pablo, al reconocer a Araceli, frunció el rostro en una mueca de furia infantil, sus mejillas encendidas por el enojo.
-¡¿Tú otra vez?! -gritó, señalándola con un dedo tembloroso-. ¡Me robaste la corona que mi mamá hizo para mí y ahora vienes por ella!
Sin esperar respuesta, se volvió hacia Valentín, aferrándose a su mano con desesperación.
-Papá, mira, es ella. Por su culpa todos se burlaron de mí en el kinder. ¡Yo siempre hago las mejores manualidades!
Valentín entrecerró los ojos, su gesto endurecido por la sorpresa y la desconfianza. No había esperado encontrar a otro hombre en aquel lugar, el refugio que suponía exclusivo de Esmeralda. Un torbellino de dudas giró en su mente.
-Esmeralda, ¿qué pasa aquí? -preguntó, su voz teñida de frialdad contenida.
-¿Y tú qué haces aquí? -replicó ella, cruzando los brazos con el ceño fruncido-. ¿Cómo me
encontraste?
-¡Qué bueno que vine, porque esto está muy interesante! -espetó Valentín, dejando caer una mirada cargada de sospecha sobre Carmelo, quien le resultaba vagamente familiar.
Araceli, ajena al torbellino de emociones, dio un paso hacia Esmeralda, buscando su mano con inocencia. Pero antes de que pudiera alcanzarla, Pablo se lanzó hacia ella y la empujó con
fuerza.
-¡Quítate, no toques a mi mamá! -rugió, su voz temblando de celos.
-¡Pablo! – exclamó Esmeralda, sobresaltada.
Rápidamente se inclinó para sostener a Araceli, que retrocedía tambaleándose, con los ojos llenos de lágrimas. La niña, asustada, rompió en un llanto suave pero desgarrador.
-No llores, Araceli, ven, déjame ver si te hiciste daño -susurró Esmeralda, arrodillándose frente a ella con una ternura que brotaba de su alma.
Al verla tan dulce con otra niña, cuando a él lo había reprendido con brusquedad, Pablo sintió una punzada de rabia. Sin pensarlo, se abalanzó sobre su madre y comenzó a golpearla con sus pequeños puños.
-¡Te odio! -gritaba, fuera de sí. ¡Eres mi mamá, no puedes hablarle a ella!
-¡Te odio, no quiero que seas mi mamá nunca más!
-¡Que papá te saque de la casa y se divorcie de ti!
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Capítulo 70
Aunque apenas tenía cinco años, los golpes de Pablo llevaban la fuerza de su furia
desbordada. Esmeralda sintió el dolor recorrerle el cuerpo, y su rostro se tensó en una mueca de incredulidad.
Araceli, con las mejillas aún húmedas, se interpuso valientemente, extendiendo los brazos para proteger a Esmeralda.
-¡No le pegues a mi tía! – exclamó, su voz temblorosa pero firme.
-¡Cállate, eres una atrevida! -le espetó Pablo, sin detenerse.
Esmeralda, que había soportado en silencio hasta ese momento, se irguió de pronto. Sus ojos, abiertos de par en par, se clavaron en su hijo con una mezcla de asombro y decepción que le
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