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Capítulo 83
Quién lo hubiera imaginado: tras un instante de quietud que parecía eterno, Valentín alzó los ojos hacia ella con una mezcla de firmeza y resignación.
-Sal de aquí.
Jazmín sintió un nudo en la garganta, como si un insecto amargo se hubiera alojado en su pecho. Tuvo que contenerse, tragarse el veneno de la humillación. Después de todo, Esmeralda aún ostentaba el título de esposa de Valentín.
-Está bien–respondió, esbozando una sonrisa que apenas disfrazaba su tormenta interior.
Caminó hacia la puerta y, al cerrarla tras de sí, el barniz de su gesto se deshizo por completo, dejando al descubierto una furia que le ardía en las sienes. Para colmo, mientras avanzaba por el pasillo, alcanzó a escuchar el murmullo de dos empleados que, ajenos a su presencia, diseccionaban la escena con descaro.
-¿Quién era esa que acaba de entrar? Es guapísima, y tiene una presencia que impone. Pregunté en recepción y me dijeron que no había visitas agendadas para hoy.
-¿No la reconoces? Yo la he visto varias veces por aquí, trayéndole comida o cosas al jefe.
-¡Dios mío! Ahora que lo mencionas, creo que sí la he visto antes. Siempre pensé que era la niñera de la familia Espinosa…
-¿Niñera? ¿Con ese porte? No seas ingenuo, una niñera no se vería así. Yo digo que es la esposa del jefe. Lleva años casado, ¿no?
-¿En serio está casado? Entonces, ¿qué pasa con la tal Varela? Porque eso salta a la vista de cualquiera…
-Un amorío a escondidas, supongo. Aunque, siendo sinceros, esa Varela no le llega ni a los tobillos a esa mujer. El jefe tiene un gusto pésimo.
-¡Shh, habla más bajo!
-Crack-
El sonido seco de sus propios dedos al apretarse traicionó el torbellino que llevaba dentro. Jazmín dio un paso al frente, plantándose ante los empleados con una mirada que cortaba como vidrio. Ellos, petrificados, la observaron con el terror pintado en los rostros.
-…Señorita Varela… -balbuceó uno, apenas audible.
Ella temblaba, los dientes chirriándole de rabia contenida.
-¡No se molesten en venir mañana! —espetó, girando sobre sus talones y alejándose con pasos que resonaban como martillazos.
Dentro de la oficina, el aire se volvió denso, cargado de una incomodidad que pesaba entre los dos únicos ocupantes. Esmeralda y Valentín, que alguna vez habían compartido noches y
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Capítulo 83
promesas, ahora se enfrentaban en un silencio que rozaba lo insoportable. Él no decía nada, tan solo la observaba con una intensidad que buscaba descifrarla.
No lo había notado antes, pero ella había florecido. Su piel lucía radiante, como si la vida misma se hubiera instalado en cada rincón de su ser. Había en ella una energía nueva, un brillo que contrastaba con la sombra que él recordaba.
Tras un largo escrutinio, Valentín rompió el mutismo.
-La última vez me equivoqué contigo. Hice mis averiguaciones y sé que tú y Carmelo no tienen nada que ocultar.
Esmeralda dejó escapar una sonrisa teñida de ironía. Carmelo ya le había advertido sobre las pesquisas de Valentín, y por protegerla, había decidido guardarle el secreto a Isaac.
Al verla callada, Valentín frunció el ceño. Un pinchazo agudo le recorrió el estómago, obligándolo a tomar aire con fuerza.
-Si es así, ¿por qué no lo aclaraste ese día?
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