Capítulo 93
Esmeralda se detuvo en seco al escuchar las voces que resonaban desde el pasillo. La atmósfera cargada de humo y murmullos envolvía el lugar, mientras las palabras flotaban como ecos de una tormenta lejana.
-Señora Galván, mantenga la calma, piense en el proyecto del sur de la ciudad… -dijo Valentín, con un tono que intentaba ser persuasivo, aunque dejaba entrever un dejo de desesperación.
-Escucha, Espinosa, no es que no quiera echarte una mano, pero el Grupo Santana te cortó el suministro a propósito. Es un golpe bajo, y bien dado. ¿Quién se metería en este lío contigo ahora? -respondió el señor Mendoza, su voz grave cargada de cautela.
Esmeralda frunció el ceño con sutileza. ¿El Grupo Santana? ¿Acaso Isaac había movido sus piezas en el tablero? Giró apenas el cuerpo, y sus ojos captaron a Valentín inclinándose hacia Mendoza para ofrecerle un cigarrillo. La luz neón, con su brillo amarillento, dibujaba contornos difusos en su rostro. Aquel hombre, siempre tan arrogante, ahora dejaba entrever una súplica apenas disimulada en la curva de sus cejas y el brillo inquieto de su mirada.
-Si usted me apoya, estoy dispuesto a ofrecerle un cinco por ciento más de las ganancias -insistió Valentín, tragando saliva con dificultad. Una sonrisa torpe se dibujó en su rostro, una que Esmeralda no reconoció. El Grupo Espinosa está a punto de salir a la bolsa. Créame, esto solo será el comienzo de muchas oportunidades para trabajar juntos.
-Siempre dices lo mismo, pero ¿justo los Santana? ¿A quién se te ocurrió provocar, Espinosa? -replicó Mendoza, con un tono que oscilaba entre el reproche y la burla.
Valentín bajó la cabeza, las mejillas encendidas por el licor. Era imposible adivinar si lo consumía era arrepentimiento o simple vergüenza. Tras un silencio breve, Mendoza chasqueó la lengua.
que
lo
-Está bien, somos como hermanos, ¿no? Aunque… las ganancias… -dejó la frase en el aire, con un destello astuto en los ojos.
Valentín frunció el ceño, pero no dudó demasiado.
-Todo se puede negociar. ¿Qué tal un diez por ciento más?
-¡Veinte! -interrumpió Mendoza, alzando la voz con entusiasmo-. No pido más. Con veinte, te saco de este apuro. ¿Qué dices?
Tras una pausa tensa, Valentín forzó una sonrisa que apenas ocultaba su resignación. -De acuerdo.
Mendoza se iluminó al instante, su alegría casi infantil. Invitó al grupo a seguir la noche en un karaoke, mientras Valentín, con un pretexto, se ofreció a pagar la cuenta y los guio hacia la salida.
Esmeralda, aún oculta en las sombras del rincón, captó el murmullo angustiado del asistente de Valentín.
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Capítulo 93
-Señor Espinosa, veinte por ciento… eso es una pérdida enorme.
-¿Y qué otra opción tengo? -espetó Valentín, con un dejo de furia contenida-. ¡No podemos dejar que el proyecto se desplome así nomás!
El asistente bajó la voz. -Tal vez la señora podría hablar con los Santana. Podríamos intentar
contactarla…
-¡Ya basta! -lo cortó Valentín, su impaciencia resonando en cada sílaba. Sus pasos, junto a los del asistente, se perdieron en la distancia.
Esmeralda exhaló un suspiro suave, aliviada, mientras emergía del escondite. Por lo visto, la suerte no estaba del lado de Valentín últimamente. “Bien merecido lo tiene“, pensó, y una chispa de satisfacción le cruzó el pecho. Con pasos ligeros, fue al salón a recoger su bolso olvidado.
Justo cuando estaba por salir, una figura se alzó en la puerta, bloqueándole el paso. Era
Valentín.
-Tú… —dijo él, con la voz ronca por el alcohol.
Antes de que Esmeralda pudiera responder, él avanzó, obligándola a retroceder. Con un movimiento brusco, cerró la puerta tras de sí y la miró con ojos sombríos.
-Te vi hace un rato -añadió, su aliento cargado de licor invadiendo el espacio.
Esmeralda guardó silencio, sosteniendo su mirada.
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