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La Falsa Muerte de la Esposa novel Chapter 94

Capítulo 94

Esmeralda se zafó con un movimiento brusco de la garra de Valentín y lo empujó con todas sus fuerzas, buscando una salida. Sin embargo, él no cedió; al contrario, sus manos se cerraron con más ímpetu alrededor de sus brazos, como si quisiera fundirla en su furia.

-Está bien, lo admito, fui yo quien falló -dijo él, con la voz cargada de un cinismo que erizaba la piel-. Mi gran error fue dejarte vagar fuera de casa tanto tiempo.

Sin más preámbulo, Valentín extendió una mano y rasgó la blusa de Esmeralda con un tirón seco, dejando al descubierto la piel de su hombro. Luego inclinó la cabeza, sus labios. buscando con torpeza el hueco de su cuello.

Esmeralda se estremeció, un grito escapó de su garganta como un eco desgarrado.

-¡Estás loco! ¡Suéltame ahorita mismo, déjame ir!

Los ojos de Valentín, enrojecidos por el alcohol y algo más oscuro, brillaban con un deseo

turbio.

-¿Qué, no es esto lo que querías? -replicó con un tono burlón-. No te hagas la santa, Esmeralda. Te arde que le haya dado un poco de atención a Jazmín, ¿verdad? Esto es lo que en

el fondo buscas.

¡Loco! ¡Está perdido en su propia locura!

Los besos torpes y húmedos que Valentín dejaba caer sobre su piel no hacían más que revolverle el estómago, un nudo de asco y rechazo creciendo en su interior. Lo que alguna vez pudo haber sentido por él se había transformado en una repulsión que le calaba hasta los

huesos.

De pronto, un destello de lucidez cruzó su mente. Recordó el bolso que aún colgaba de su brazo y, con dedos temblorosos pero decididos, extrajo una pequeña bolsa de agujas de plata que llevaba consigo. Sin dudarlo, clavó una en el antebrazo de Valentín. El efecto fue inmediato: su agarre se aflojó, y él retrocedió tambaleándose, con una mueca de incredulidad.

-¿Quéqué me hiciste? -balbuceó, sujetándose el brazo.

Un dolor agudo, como la mordida de una serpiente invisible, se extendió desde el punto donde la aguja había penetrado. En cuestión de segundos, una corriente de entumecimiento le robó la fuerza, dejando su brazo colgando como un peso muerto.

Esmeralda tomó aire, aliviada, y se recompuso la ropa con manos aún temblorosas. Al levantar la vista, sus ojos ardían con un desprecio que no necesitaba palabras.

-Atrévete a ponerme una mano encima otra vez -le advirtió, su voz firme como una sentencia-, y te juro que esa mano no vuelve a moverse.

Dicho esto, dio un paso adelante, arrancó la aguja del brazo de Valentín con un gesto rápido y salió disparada hacia la puerta.

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Capitulo 94

-¡Tú!-gritó él, intentando seguirla, pero el dolor lo traicionó. Tuvo que apoyarse en la pared del pasillo, jadeando, mientras la veía desaparecer.

¿Qué demonios me hizo? ¿Era una aguja de plata? ¿Desde cuándo Esmeralda sabe de estas cosas?

Un torbellino de preguntas lo asaltaba. Por primera vez, sintió que la mujer con la que había compartido años de su vida era un enigma que nunca había descifrado.

-¿Señor Espinosa? -La voz del asistente irrumpió, cargada de sorpresa, al verlo en ese estado. ¿Todo bien? ¿Qué le pasó?

Valentín negó con la cabeza, todavía sosteniendo su brazo herido.

-¿Qué tiene en el brazo? ¿Está lastimado? ¿Quiere que lo lleve al hospital?

-No, no hace falta -respondió él, respirando profundo para calmarse.

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