Capítulo 98
El aire en la habitación se llenó de una expectativa tensa mientras Esmeralda, con una calma casi teatral, dejaba caer sus palabras como si fueran pétalos sobre un estanque quieto.
-No es gran cosa. Este juego de té me lo obsequió Estefanía para mi cumpleaños. Lo trajo directamente desde Inglaterra, diseñado por el mismo artista que crea la vajilla para la realeza. Su valor… supera los dos millones, pero como solo rompiste la tetera y una taza, te cobraré un millón quinientos mil nada más.
-i¿Qué?!
Jazmín alzó la voz, sus ojos desorbitados clavándose en Esmeralda con una mezcla de incredulidad y furia contenida.
-¿Me estás diciendo que ese juego de tazas rotas vale más de dos millones? ¡Estás loca!
-¿Loca yo, o será que usted, señorita Varela, no tiene la menor idea? Si dudas, llama a un tasador profesional y que lo compruebe.
Esmeralda dejó escapar una risita suave, cargada de ironía.
-Pero te aviso: esos expertos no trabajan gratis, y ese gasto también lo pagas tú.
El rostro de Jazmín pasó del rojo carmesí a un blanco pálido en cuestión de segundos. Giró la cabeza con brusquedad y fulminó a Eugenia con una mirada que prometía represalias. La pobre Eugenia, ya temblorosa de por sí, pareció hundirse aún más en su propia sombra, como un pajarillo atrapado en una tormenta.
-¡Está bien! ¿Qué son un millón quinientos mil?
Jazmín sacó su celular con un gesto desafiante.
-¡Dame el número de cuenta!
Esmeralda, sin prisa, extrajo una tarjeta bancaria que parecía haber estado esperando ese momento y se la tendió con elegancia. Jazmín apretó los dientes, su orgullo herido rugiendo en su interior, pero no tuvo más opción que ceder. No podía permitirse quedar en ridículo frente a Margarita, y mucho menos dejar que Esmeralda se saliera con la suya sin pelear. Ese dinero, aunque le doliera, tenía que pagarlo. Con dedos rígidos, completó la transferencia del millón quinientos mil, cada pulsación resonando como un eco de su derrota.
Fue entonces cuando Margarita, que hasta ese momento había permanecido en un silencio calculador, decidió intervenir con un comentario breve, casi cortante. Esmeralda no pudo contener una carcajada cristalina. Sabía exactamente por qué su suegra había guardado silencio: temía que Jazmín le pidiera ayuda con el pago. Margarita podía entregar muchas cosas, pero su dinero era intocable, como si fuera la esencia misma de su existencia.
-Vámonos, Jaz. En un rato llega el doctor Jáuregui.
La mención del nombre hizo que Jazmín reaccionara al instante, como si un interruptor se
1/2
18:54
Capítulo 98
hubiera encendido en su mente. Claro, el doctor Jáuregui estaba por llegar. Si lograba
congraciarse con Margarita y asegurar un lugar en la familia Espinosa, ¿qué importaban unos cuantos millones?
-Esperen.
Esmeralda, que revisaba la notificación de pago en su celular con una satisfacción serena, alzó
la mirada.
-¿Quién dices que va a venir?
-El doctor Jáuregui -respondió Jazmín con una risita burlona-. Como si tú supieras quién es. Margarita arqueó una ceja, su voz impregnada de un orgullo mal disimulado.
-Ay, es que nuestra Jaz es tan atenta. Sabe cuánto me duelen las piernas y se desvivió por conseguir que el doctor Jáuregui, del Monasterio Legado de Hipócrates, viniera a verme. Por fin voy a librarme de este dolor diario.
¿Maestro? Esmeralda frunció el ceño, una sombra de sospecha cruzando su rostro. ¿Qué estaba pasando aquí? Ese hombre había desaparecido sin dejar rastro, abandonándola con el caos de la familia Santana, ¿y ahora reaparecía de la nada? Algo no cuadraba. Si el maestro estaba de vuelta, ¿por qué Hermano Yeray no le había avisado? ¿Y qué hacía ahora atendiendo a la madre de Valentín? Un torbellino de preguntas giraba en su mente mientras Jazmín, con aire triunfal, ayudaba a Margarita a dirigirse hacia la sala.
Comments
The readers' comments on the novel: La Falsa Muerte de la Esposa