Capítulo 126
Una voz infantil hendió el silencio como un cristal que se rompe.
-Ella no es la mamá de Thiago, la señorita Sabrina sí lo es.
Romeo, ya incorporado del suelo, se aproximó hacia Sabrina con pasos decididos y extendió su mano para ayudarla a levantarse.
-Señorita Sabrina, ¿se encuentra bien?
Sabrina elevó su mirada y descubrió la genuina preocupación brillando en los expresivos ojos de Romeo, provocando que sintiera un nudo en la garganta.
-Estoy bien–respondió, percatándose de inmediato que su voz emergía con una aspereza
inusual.
Se apoyó en la mano de Romeo intentando incorporarse.
Su cuerpo, sin embargo, continuaba sacudido por temblores incontrolables, y apenas logró ponerse de pie cuando sus rodillas amenazaron con ceder nuevamente.
Romeo, con su complexión infantil, resultaba insuficiente para sostener el peso de un adulto. A pesar de su esfuerzo por mantener a Sabrina erguida, sus fuerzas flaquearon.
En ese preciso instante, una mano masculina, larga y pálida, la sujetó con firmeza inesperada.
-Gracias -murmuró Sabrina por puro instinto.
Al reconocer al hombre frente a ella, impasible y atractivo, su semblante se transformó en una máscara de frialdad.
Con un movimiento reflejo, intentó liberar su mano del agarre.
André, sin embargo, retuvo su muñeca con determinación implacable.
-Thiago aún permanece en situación crítica, ¿no deseas verlo?
Una sombra de vacilación cruzó fugazmente la mirada de Sabrina.
Romeo, a su lado, intervino:
-Señorita Sabrina, ¿vamos juntos al hospital para ver a Thiago?
Sabrina bajó la vista hacia él y su expresión se suavizó visiblemente.
-Está bien -aceptó, entrelazando sus dedos con los del pequeño.
André también posó su mirada sobre Romeo, y el hielo habitual en sus ojos pareció derretirse ligeramente.
Araceli quedó relegada al olvido mientras contemplaba impotente cómo los tres se alejaban.
Los espectadores, al presenciar la escena, reanudaron sus cuchicheos en voz baja.
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Capitulo 126
-¿Quién es esa mujer? Hace unos momentos gritaba como poseída, intentando manipularnos, afirmando que la madre del niño solo buscaba dinero.
-¿Qué madre pensaría en riquezas cuando su hijo está al borde del abismo? Esa arpía intentaba retratar a la madre como una cazafortunas, ¡qué despreciable actitud!
-Ella fue quien obstaculizó que la verdadera madre auxiliara al pequeño, incluso ofreciendo dinero para que la contuviéramos. Dios mío, si algo fatal le hubiera ocurrido al niño, seríamos cómplices de una tragedia.
-La madre llevaba consigo medicación de emergencia. Esa mujer fingía preocupación por el niño, pero ni siquiera conocía protocolos básicos… ¿será la madrastra malévola del cuento?
-Yo ocupaba la mesa contigua. Cuando el padre se ausentó para realizar una llamada, el niño comía junto a ella y repentinamente sufrió la reacción alérgica. ¡Quizás pretendía dañarlo intencionalmente!
-Ese tipo de mujeres solo consigue embaucar a hombres con visión nublada.
Los murmullos circundantes provocaron que el rostro de Araceli oscilara entre tonalidades rojas y pálidas por la vergüenza.
Con actitud derrotada, bajo miradas cargadas de burla y desprecio, abordó la ambulancia.
La atmósfera dentro del vehículo de emergencia resultaba opresivamente tensa.
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