JUEGOS DE SEDUCCIÓN. CAPÍTULO 3.
Un bárbaro muerto Rex se sentó en su cama con cansancio. El sol ya había salido y él apenas había podido dormir. A ver, era un mujeriego, pero algo de vergüenza sí que tenía, y se sentía apenado porque Gloria hubiera hecho aunque fuera un mínimo escándalo en la exposición de Abby, al final ninguna de las dos era nada suyo, pero Abby no tenía por qué soportar las insolencias de Gloria solo porque él le hacía el favor de cogérsela una vez al mes.
–¡Ay, Rex! ¡En qué problemas te metes! —respiró profundo y se arregló de inmediato para salir. Quería llevar a Abby a desayunar, como disculpa, pero apenas entró a la galería se dio cuenta de la conmoción que había dentro.
La gente hablaba en murmullos y hasta había policías rondando por el lugar.
– ¿Qué fue lo que pasó? – le preguntó a la persona que tenía más cerca.
–Sabotearon una de las exposiciones – le respondieron – Destrozaron la sala, pobrecita la artista, es horrible lo que le hicieron, como destruyeron su trabajo... A Rex se le puso el corazón en la boca solo de pensar que podía ser la de Abby y corrió hacia la sala tres solo para confirmar sus peores sospechas: La exposición de la muchacha estaba completamente destrozada. Rex sintió una oleada de tristeza y rabia al ver los daños causados a la exposición. La sala estaba desordenada, con los cuadros esparcidos por el suelo, las salpicaduras de pintura en aerosol cubriendo todas las superficies, el piso manchado y las fotografías destrozadas e irreconocibles. Tratando de mantener la calma, Rex se acercó a Abby, que estaba apoyada en una pared con los brazos cruzados. Podía ver las lágrimas en sus ojos, pero sabía que eso era pura impotencia.
– Siento mucho que haya pasado esto – dijo en voz baja—– ¿Estás bien? Abby asintió lentamente, mientras clavaba en él unos ojos furiosos.
– Lárgate de aquí – siseó.
– Abby... –Vamos a dejar algo claro. Todo mi trabajo quedó destruido en un instante solo porque una de tus tantas mujeres no ha entendido que no sirves más que para follarte al pueblo y que ella es una de tantas...
– ¿Entonces fue Gloria? – preguntó Rex porque ya lo sospechaba. – No se le ve la cara, pero no hay que ser adivino cuando lo que sale en el video es una vara de tumbar gatos–siseó Abby y él se mesó los cabellos con un gesto de impotencia.
–¡Lo lamento! ¡Yo nunca quise..! ¡Maldición! ¿cómo lo arreglo? –No lo puedes arreglar. La exposición se arruinó, solo voy a recoger mis cosas y largarme de esta maldit@ ciudad –gruñó ella pasando a su lado y Rex sintió como si se estuviera abriendo un abismo bajo sus pies. ¡No podía irse, él no quería que se fuera, todavía no!
—¡No! ¡Espera, espera! ¡Podemos arreglarlo! – Rex corrió tras ella y la interceptó en plena calle–. ¡Abby, espera! ¡Podemos arreglarlo! –repitió tomando sus manos en las suyas.
–¿Cómo? –preguntó Abby mirándolo a los ojos–. No tengo cómo sacar de nuevo todas esas fotos. Todo mi trabajo, todas esas horas y esfuerzo... todo se fue al demonio por... Por su culpa, él lo sabía y agradecía que ella tuviera el autocontrol para no gritárselo en la cara de nuevo.
–Fue un gusto haberte conocido Rex, pero probablemente soy la primera mujer a la que le da todavía más gusto decirte adiós. ¡Adiós! Abby lo esquivó para irse y él volvió a interceptarla.
–¡Espera, yo puedo volver a sacar las fotografías! ¡Yo puedo hacer que esta noche tu exposición reabra tal como estaba ayer! ¡Por favor! Ni siquiera él sabía por qué estaba tan desesperado, pero Abby negó.
– ¡No es tan simple! ¡Hace falta un estudio especializado para sacar fotos de tres por tres metros! ¡No cualquiera hace eso, Rex! – le espetó ella y él la tomó por los hombros, intentando calmarla.
–El mejor estudio de fotografía de esta ciudad está en King‘s Holding Corporation, la empresa de publicidad, y yo tengo acceso a él. Solo déjame hacer una llamada. La vio dudar un momento y luego asentir. Sacó su teléfono y llamó a Nathan, y recibió exactamente la respuesta que esperaba. Él avisaría al estudio para que lo ayudaran de inmediato si ella tenía los archivos originales. La empujó hacia su auto y la hizo subir mientras conducía hacia uno de los edificios del Grupo KHC.
Apenas entraron los llevaron con el director de fotografía, pero en lugar de encontrarse una oficina completamente pulcra y ejecutiva, los llevaron con un hombre que estaba acostado sobre una carretilla de las que se usaban para meterse debajo de los carros en los talleres mecánicos, con medio cuerpo metido debajo de una de las enormes impresoras.
Abby ladeó la cabeza cuando lo vio, con aquel trocito de abdomen a la vista lleno de cuadritos y el pantalón marcándole un paquete respetable. 1
–¿Quieres disimular? – siseó Rex en su oído. – No, gracias – respondió ella y alguien tocó una pierna del hombre para llamar su atención. El director de fotografía salió de debajo de la máquina limpiándose las manos de tinta con un paño húmedo, y sonrió al ver a Abby frente a él.
–Hola, qué tal –sonrió. Era alto, con músculos definidos y cabello largo y lacio recogido en un moño desgreñado, tenía toda la pinta de un artista–. Disculpa que no te salude, no te quiero ensuciar.
– Tú ensúciame sin pena –respondió Abby alargando la mano y el tipo la estrechó con un ronroneo.
– Connan–se presentó.
–¿Como El Bárbaro?
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