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(Les dejo antes un mensajito por aquí para que puedan leerlo. Estoy lenta con las actualizaciones pues llevo casi un mes enferma, entre fiebres, temblores, decaimiento y mucho dolor muscular, mucha tos que me deja afónica por días, que muchas veces no me puedo ni levantar de la cama. Haré todo mi esfuerzo para actualizar lo más seguido posible, casi diario, siempre que mi cuerpo me lo permita. Disculpen las tardanzas, yo también estoy emocionada con esta historia. Espero comprendan)
Clara se despertó lentamente. Se encontraba confundida, mareada, con un sabor metálico en la boca. Estaba acostada sobre una superficie suave más no familiar. Apenas había luz en donde estaba y le resultó casi imposible enfocar algo, si es que podía.
Hizo el esfuerzo de levantarse de la cama para que llegara a ella el sonido el metal, uno que para ella no era desconocido y se estremeció.
Se sentó y estiró la mano para encontrar que un grueso grillete estaba alrededor de su tobillo y unido a este una cadena grande que de seguro no la dejaria escapar. A diferencia de otras veces no soltó un sollozo ni se vio afectada. No seria la primera vez que se encontrara en una situación así.
Lo que más le preocupaba era cómo es que había llegado ahí. El recuerdo de lo antes ocurrido pasó por su mente y pudo jurar que todo había sido un sueño, pero por el olor de su cuerpo, nada más lejos de la realidad. Aparte de su aroma natural había dos fragancias fuertes que más que luchar entre ellas se complementaban haciéndose una sola bien fuerte y dominante, que la reclamaba como suya. Eso la hizo temblar ante la incertidumbre y al recordar que esos lobos que la habían marcado no habían sido nada buenos con ella. Le habían hecho daño, la habían amarrado y después mordido, como si ella fuera un objeto. Pegó su espalda a la pared llevando sus piernas a su pecho y las apretó fuerte. En serio la Diosa Luna le había enviado a esos dos mate. Dos que no la querían. Esta vez sus ojos se llenaron de lágrimas.
«No llores, demonios» otra vez la voz en su cabeza y su conciencia amenazó con esfumarse como siempre ocurría cuando estaba en una situación similar. Incluso dolió, como queriendo desplazarla a un lado donde estuviera a salvo.
Siempre era así. No sería la primera vez que tuviese esa sensación.
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