Capítulo 166
Raquel se quedó paralizada, sin saber qué quería decir él.
¿No le había comprado ese collar de ágata roja a Ana?
¿Por qué le preguntaba si le gustaba o no?
¿Acaso había comprado dos, uno para Ana y otro para ella?
Con lo rico que es, no sería imposible.
Raquel encontró la situación algo graciosa. Sin importar lo que él quisiera decir, ella no iba a seguir dándole vueltas a sus intenciones ni a tratar de adivinar lo que sentía. Esa noche en la autopista ya se lo había dejado claro, todo estaba saldado.
Guardó el teléfono sin responder.
En ese momento, Ana salió de la habitación. —Raquel, ¿también has llegado?
Ana estaba visiblemente de buen humor, le encantaban los productos de lujo, y el collar de ágata roja que Alberto le había regalado la hacía muy feliz.
Raquel asintió. Solo vine a dar una vuelta.
-En unos días Alberto nos lleva a mí y a Elena a un hotel de lujo. Tiene unas cabañas y un spa muy famoso, vamos a ir a disfrutar de las aguas termales. Raquel, deberías venir también con
Ramón.
Raquel sabía que Ana no tenía buenas intenciones. Desde el cumpleaños de Ramón, Ana había comenzado su ataque.
Raquel observó cómo Ana sonreía con los labios rojos. Está bien, justo tengo algo de
tiempo.
Raquel y Camila regresaron al dormitorio. Raquel se metió al baño a tomar una ducha caliente. Cuando salió, su teléfono sonó.
Era una llamada de Alberto.
Raquel sintió un pequeño temblor y contestó. La voz grave y sedosa del hombre llegó hasta su
oído. – Sal.
Él le pedía que saliera.
Raquel pensó un momento y luego se puso una chaqueta antes de salir.
Capitulo 166
El Rolls–Royce Phantom estaba estacionado en la puerta de la universidad, exactamente como la vez pasada. Raquel lo vio cuando salió.
Alberto había regresado de su viaje de negocios y esa noche llevaba un abrigo negro, con una camisa blanca y un chaleco negro de negocios. Su porte era elegante y distinguido, apoyado
contra el costoso auto. Las estudiantes que pasaban lo miraban, con una tasa de miradas de
vuelta del doscientos por ciento.
Se dice que a los directores generales de las empresas les atraen las estudiantes, pero, ¿acaso esas jóvenes e inocentes estudiantes no desean lanzarse hacia un director general como Alberto, que tiene dinero y es atractivo?
Era la segunda vez que estacionaba su auto frente a la Universidad del Futuro.
Últimamente había estado viniendo con frecuencia.
Raquel corrió hacia él. -Presidente Alberto.
Alberto se enderezó al verla, y su mirada se posó en su pequeño rostro. —¿Por qué no contestaste el mensaje?
Se refería al WhatsApp.
Raquel dijo una pequeña mentira. —No lo vi.
Alberto la miró con algo de frialdad. Abrió la puerta del copiloto y sacó una bolsa de mano que
le extendió. -Tómalo.
Raquel vio
que la bolsa tenía el logo de Alber, y dentro estaba el collar de ágata roja.
Acababa de regresar de su viaje y ya le traía un regalo.
Raquel no aceptó. —Presidente Alberto, gracias, pero no puedo aceptarlo.
Alberto la observó. Ella acababa de salir de la ducha, su largo cabello negro caía de forma suave
y natural, y su rostro pequeño y sin maquillaje resplandecía como un huevo de cristal, puro y sin imperfecciones.
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