Capítulo 174
Raquel se sintió extraña, ¿qué era lo que Alberto estaba mirando?
Ana estaba justo a su lado, ¿por qué no la miraba a ella?
Últimamente, los ojos de Alberto parecían fijarse en ella con más frecuencia.
Ramón miró a Raquel y le dijo: -Raquelita, ¿te gustaría ir a las aguas termales?
Laura se tapó la boca y se rió entre dientes. -Ramón quiere pasar un rato a solas con nuestra Raquelita, ¡vamos, ve, ve!
Raquel siguió a Ramón.
Laura echó un vistazo a Alberto; su mirada era sombría, claramente de mal humor. Sin saber por qué, ella sintió una extraña satisfacción.
Raquel y Ramón llegaron a otra piscina termal. Estaban charlando, pero después de un par de frases, el teléfono de Ramón sonó.
-Raquelita, voy a contestar una llamada.
-Está bien.
Ramón se levantó para atender la llamada.
Raquel se quedó allí un rato y, en ese momento, vio a alguien vendiendo helados. No podía resistirse a los dulces, así que fue tras él para comprar uno.
Sin embargo, el vendedor de helados ya se había ido. Sin darse cuenta, Raquel terminó en una zona más apartada de las termas.
Allí vio a dos personas: un hombre con un tatuaje de tigre en el pecho y una mujer con una figura exuberante y seductora.
La mujer, riendo, le dijo al hombre: -¿No te da miedo que alguien vea que estás durmiendo con la mujer de tu hermano mayor?
El hombre, jadeando descontroladamente, respondió: —¡A quien vea, lo mato!
Raquel no podía creer lo que estaba viendo; ¡había descubierto una infidelidad!
Este hombre con el tatuaje de tigre claramente era alguien peligroso, posiblemente involucrado en negocios oscuros.
-¿Quién está ahí? -dijo el hombre, muy alerta, como si hubiera percibido algo. Sus ojos, llenos de ferocidad, se fijaron inmediatamente en Raquel-. ¿Quién está ahí?
Capítulo 174
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Raquel no dudó y dio media vuelta para escapar.
El hombre la vio y, empujando a la mujer a su lado, le ordenó a su guardaespaldas vestido de negro: Alguien estuvo allí. ¡Ve y persíguelo!
―
El hombre con el tatuaje de tigre y sus guardaespaldas vestidos de negro comenzaron a
perseguirla.
Raquel no quería meterse en problemas con personas peligrosas, así que intentó alejarse rápidamente. Sin embargo, se dio cuenta, con horror, de que estaba atrapada en un callejón sin
salida.
Los hombres se acercaban. ¿Qué debía hacer ahora?
Raquel, aterrada, retrocedió, y en ese momento su espalda se estrelló contra un amplio y fuerte pecho.
Al volverse, vio el rostro de Alberto, su rostro elegante y distinguido, acercándose.
¡Alberto había llegado!
¿Cómo era que había llegado?
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