Capítulo 176
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Ahora, su cuerpo firme y musculoso la tenía atrapada, en un lugar apartado, donde le había dicho que le compraría algo. Raquel, de alguna manera, sintió que lo que sucedía entre ellos era como un romance secreto. Ella era su amante, su pareja oculta.
Pero ella era su esposa legítima.
-No quiero ropa.
-¿Helado? ¿Quieres?
Alberto sacó un helado.
Raquel se quedó paralizada al ver que en las manos de Alberto había un helado, de fresa.
-¿Cuándo lo compraste?
-Hace un momento.
Justo antes, él la había seguido y vio cómo ella había estado persiguiendo a un vendedor de
helados.
Raquel bajó la mirada, sorprendida. No había esperado que Alberto le comprara un helado.
Alberto acercó el helado a sus labios rojos. -Toma un bocado.
Raquel levantó su mirada clara y lo miró. -No quiero comer.
Aunque en realidad sí quería. Cuando había estado persiguiendo el helado, sus ojos brillaban.
Alberto la observó intensamente, sus labios delgados se movieron y su voz sonó baja y rasposa. -¿Entonces qué quieres comer? ¿Quieres comer mis labios…?
Raquel contrajo sus pupilas, sus ojos de un negro profundo se achicaron, y rápidamente extendió la mano para tapar su boca.
¿Qué estaba tratando de decir? ¿Qué palabras tan atrevidas?
Su suave palma se acercó, y Alberto curvó ligeramente sus delgados labios. -¿Quieres morder mi mano? ¿No es eso lo que te gusta hacer con las personas?
Raquel, molesta, guardó silencio.
Con su suave mano tapó su boca, y Alberto sonrió con desdén. —Raquel, ¿qué estabas pensando hace un momento? ¿Por qué tu cabeza está llena de pensamientos tan… poco
saludables?
Raquel, con su pequeño rostro rojo como un tomate, sintió cómo el color se extendía hasta sus
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delicadas orejas. Estaba avergonzada y molesta. ¡Lo estaba haciendo a propósito!
Raquel no quería quedarse con él. ¿No estaba él con Ana? ¿Por qué se había acercado?
Raquel levantó la mano para empujarlo. -¡Aparta! ¡Me voy!
-Raquel, ¿a dónde crees que pones tu mano?
Raquel, al darse cuenta de que su mano había tocado algo duro, se dio cuenta de que había tocado sus abdominales.
Alberto llevaba una camiseta sin mangas blanca y unos pantalones cortos negros mientras se relajaba en las aguas termales. Estaba completamente mojado, la camiseta pegada a su cuerpo, lo que acentuaba su línea de hombros, su pecho musculoso y su abdomen, perfectamente marcado con seis definidos músculos.
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