Capítulo 193
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Él bajó la voz y le dijo que lo rogara.
Raquel estremeció ligeramente.
Alberto la observaba, su rostro pálido y delicado. Hacía varios días que no la veía, y ella parecía más distante que antes. Al verla, tenía una expresión seria, como si lo mirara como a un
desconocido.
Él la provocó deliberadamente, y solo cuando ella lo miró con una expresión desafiante, se mostró un poco más viva.
Alberto dijo: -Si me ruegas, te llevaré conmigo.
Él sabía perfectamente lo que le ocurría. Ya había notado su situación. Quería que ella lo rogara.
Raquel no podía rogarle.
No lo necesitaba para salvarla, y no quería deberle nada.
-¡Presidente Alberto, por favor, suéltame!
Raquel se soltó con fuerza, levantándose de su muslo.
No quería quedarse allí, así que abrió la puerta del compartimiento privado y salió
directamente.
El presidente Heriberto se levantó de inmediato. -¿Presidente Alberto, entonces nos vamos?
Sin la confirmación de Alberto, Heriberto no se atrevería a irse.
Alberto no dijo nada.
El silencio fue suficiente para que Heriberto entendiera que podía irse, y rápidamente se fue.
El rostro de Alberto se volvió frío de inmediato, sus facciones sombrías.
Los demás presentes parecían darse cuenta de algo, intercambiaron miradas y se miraron desconcertados. ¿Qué le había pasado a este gran hombre?
…
Raquel y Nahia fueron atrapadas por los guardaespaldas vestidos de negro, quienes las metieron a la fuerza en el lujoso auto del presidente Heriberto.
Nahia, aterrada, se sentó en una esquina, mientras el presidente Heriberto observaba a Raquel a su lado. -¿Qué te dijo el presidente Alberto antes?
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Raquel no respondió.
El presidente Heriberto, con una mano, le apretó la pequeña cara a Raquel. -Vaya, has estado sentada en el muslo del presidente Alberto. Es la primera vez que veo a alguien tan atrevido como para sentarse en sus piernas.
Raquel frunció el ceño y trató de zafarse de él. -¡No me toques con tus manos sucias!
Pero no pudo liberarse. Su piel tan delicada hizo que su rostro se sonrojara con el contacto. Los ojos de Heriberto se tornaron rojos. —Pensaba disfrutar de ti en el hotel, pero ya no puedo esperar. Realmente he encontrado un tesoro al ver a alguien que se siente en las piernas del presidente Alberto. Jaja.
Heriberto se giró de inmediato y la presionó contra el asiento.
Ni siquiera le importaba que estuvieran en un auto. Comenzó a desgarrar la ropa de Raquel.
–
Nahia, rápidamente, saltó hacia él, tratando de detenerlo. Con voz suplicante, le dijo: —¡ Presidente Heriberto, por favor, déjenos en paz! ¡Somos estudiantes, no queremos hacer
esto…!
-¡Lárgate!
Heriberto la empujó con un solo gesto, y Nahia chocó contra la ventana del auto, golpeándose la cabeza. Su rostro se puso pálido de dolor.
—Nahia… —Raquel intentó revisar si Nahia se había hecho daño.
Pero Heriberto la presionó hacia abajo, y con ansias comenzó a desabrocharse los pantalones. -Hermosa, vamos a disfrutar un poco.
Raquel pensaba que se encargaría de Heriberto cuando llegaran al hotel, pero ahora veía que tendría que adelantar sus planes.
Con una mano, buscó las agujas plateadas en su cintura.
En ese momento, el conductor de adelante gritó: -¡Jefe, hay un auto siguiéndonos!
¿Qué auto?
Heriberto se incorporó y, mirando por la ventana trasera, vio un Rolls–Royce Phantom
siguiéndolos.
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