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El CEO se Entera de Mis Mentiras novel Chapter 194

Capítulo 194

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Alberto abrió la puerta trasera del auto y, sujetando del traje al presidente Heriberto, lo sacó

bruscamente.

El presidente Heriberto temblaba de miedo. -Presidente Alberto, ¿qué hice mal para enfurecerlo de esta manera? Por favor

Alberto no le dio oportunidad de hablar y le lanzó un puñetazo de inmediato.

-¡Bang! -El cuerpo del presidente Heriberto se estrelló contra el auto.

Cuando Alberto peleaba, los músculos bajo su camisa de traje se veían definidos y potentes, muy marcados. Golpe tras golpe, sus puños impactaban con fuerza contra el presidente

Heriberto, hasta que lo dejó con la cara completamente ensangrentada.

El presidente Heriberto ya no podía emitir ni un grito de súplica.

—¿Qué mano fue la que la tocó? ¿Esta?

Crack.

Alberto rompió directamente la mano derecha del presidente Heriberto.

Este cayó al suelo, completamente debilitado, con la respiración irregular.

En ese momento, el secretario Francisco llegó acompañado de otros, -Presidente.

El perfil de Alberto, elegante y refinado, estaba tenso, y su voz, fría como un estanque

congelado, dijo: -Limpien esto.

El secretario Francisco asintió, —Sí.

Alberto dejó al presidente Heriberto tirado en el suelo y se acercó a la puerta trasera del auto.

Miró hacia adentro y dijo: -Sal, te llevo de vuelta a la escuela.

Tras decir esto, Alberto se volvió y regresó a su lujoso RollsRoyce Phantom.

Raquel no esperaba que Alberto llegara, mucho menos que le diera una paliza al presidente Heriberto. Acababa de ver lo brutal que fue cuando lo golpeó; fue aterrador.

¿No estaba él simplemente burlándose de ella?

¿Por qué la salvó?

Nahia, con un gran moretón en la frente, fue apoyada por Raquel mientras salían del auto.

Raquel vio al presidente Heriberto, quien antes había sido tan arrogante, ahora tirado en el suelo. Había una línea de policía acordonando la zona y muchas personas trabajando en el

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lugar.

Raquel abrió la puerta del RollsRoyce Phantom y se subió con Nahia.

Al entrar, vio al hombre en el asiento del conductor, quien, aislado del bullicio exterior, estaba en el interior del auto, limpiándose los dedos con un pañuelo, en un ambiente tranquilo y

lujoso.

Poco después, el RollsRoyce Phantom arrancó suavemente y comenzó a avanzar por el camino hacia la Universidad del Futuro.

Alberto no dijo una palabra.

Raquel tampoco.

Ambos permanecían en silencio.

Nahia, mirando al hombre, comenzó a sonrojarse lentamente, y con una voz suave, como la de

un pequeño mirlo, dijo: -Presidente Alberto, gracias por hoy.

Nahia, que estudiaba actuación, tenía una voz melodiosa y encantadora.

Alberto, con su elegante reloj de lujo en la muñeca, mantenía su mano sobre el volante, sin decir nada, totalmente imponente y distante.

Raquel levantó la vista y miró al hombre a través del retrovisor.

Tal vez sintió su mirada, porque Alberto también la miró a través del retrovisor.

Ambos intercambiaron una mirada en el aire.

Dos segundos después, Raquel apartó la vista.

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