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El CEO se Entera de Mis Mentiras novel Chapter 203

Capítulo 203

Luis dijo: Raquelita, la familia Pérez ha caído en manos de unos estafadores. Investigué y descubrí

que detrás de este falso El Invencible hay una banda de fraudes. Además, todos en la familia Pérez son jugadores empedernidos. Esta vez, es muy probable que lo pierdan todo.

Raquel quería responder en WhatsApp, pero en ese momento su teléfono vibró repentinamente: estaba entrando una llamada.

Al ver el nombre parpadeando en la pantalla, su corazón dio un vuelco.

¡Era Alberto!

Alberto la estaba llamando.

¿Por qué la llamaba de repente?

¿No estaba con Ana?

Raquel no sabía cuál era su intención, así que no contestó.

El teléfono siguió vibrando durante un buen rato. Alberto insistió y llamó varias veces más,

hasta

que finalmente todo quedó en silencio.

Raquel se acostó en la cama. Ya era tarde. Cerró los ojos, pero no podía dormir.

Justo cuando daba vueltas sin cesar, de repente, se escucharon unos golpes en la puerta.

Alguien estaba tocando.

¿Quién?

Los golpes resonaron de nuevo, firmes y decididos. El sonido de los nudillos contra la madera tenía un ritmo marcado y una fuerza inconfundible.

Raquel se bajó de la cama y abrió la puerta. Afuera, de pie, había una figura alta y esbelta. Era

Alberto.

Los pasillos del hospital estaban en calma en plena noche. La imponente silueta de Alberto se recortaba contra la luz tenue, y sus anchos hombros aún llevaban el rastro del frío nocturno y

la humedad del sereno.

A contraluz, sus oscuros ojos la miraban fijamente, profundos e insondables.

El hombre que aparecía de repente en la noche, irrumpiendo en su mundo, hizo que el corazón de Raquel diera un fuerte brinco.

¿Por qué había venido?

Capitulo 203

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Alberto bajó la mirada hacia ella. -¿Por qué no contestaste mis llamadas?

Su voz grave, ligeramente ronca y magnética, tenía ese tono que podía hacer que a cualquiera se le erizara la piel.

Raquel se apoyó contra el marco de la puerta y respondió con indiferencia: No lo escuché.

Alberto no le creyó. Curvó los labios en una sonrisa casi imperceptible. Has pasado todo el día con Ramón, ¿y ni siquiera tuviste un momento para atender mi llamada?

Los delicados dedos de Raquel se crisparon levemente. -Presidente Alberto, ya es muy tarde. Regrese, por favor. Si tiene algo que decir, podemos hablar mañana.

Mientras hablaba, estiró la mano para cerrar la puerta.

Pero no pudo. Alberto flexionó la rodilla y, con firmeza, la detuvo con su pierna, impidiéndole

cerrarla.

Raquel no tuvo más opción que alzar la vista y encontrarse con sus ojos. Su mirada clara y pura reflejaba un destello de impaciencia. —Presidente Alberto, ¿qué es lo que quiere exactamente?

-¿Vas a seguir hablándome desde ahí dentro, o prefieres que entre? ¿O mejor sales ?

Este hombre estaba acostumbrado a imponer su voluntad.

Raquel no quería despertar a Ramón, así que no tuvo más remedio que dar un paso afuera.

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