Capítulo 227
Raquel miró a Nahia con una sonrisa burlona. -Señorita, ¿podrías hacer un poco de espacio? Estás bloqueando mi baile con el presidente Alberto.
Raquel, con audacia, empujó a Nahia hacia un lado.
Nahia, molesta, apretó el puño, sin querer ceder.
Pero en ese momento, los jóvenes adinerados a su alrededor comenzaron a animarla: —¡ Nahia, gran estrella, apártate de una vez!
Nahia le lanzó una mirada fulminante a Raquel, moviéndose de mala gana hacia un lado.
Raquel sonrió fríamente por dentro; ya había visto el verdadero rostro de Nahia. ¡Esta era su revancha!
Y su venganza acababa de comenzar.
Raquel miró al presidente Alberto, quien no dejaba de mirarla. Ella, sin mostrar miedo, sonrió seductoramente y, con un movimiento sensual, abrió las piernas y se subió sobre él, sentándose en su robusta cintura.
¡Wow!
El ambiente estalló en gritos y aplausos.
-¡Pequeña encantadora! ¡Eres la primera en subirte sobre el presidente Alberto y bailar tan cerca de él!
Raquel, con un velo ligero cubriendo su rostro, mantenía su habitual aire frío, pero su figura había cambiado por completo. La inocente belleza celestial que todos conocían se transformaba ahora en una mujer ardiente, la pequeña encantadora. Nadie la reconoció, y ella levantó una ceja con una sonrisa juguetona: -¿De verdad? El presidente Alberto parece tener una fila de mujeres a su alrededor, desde la gran estrella Nahia hasta la preciosa Ana, que también bailó tan cerca de él. No sé si siquiera soy digna de un lugar en esa lista.
-¡Pequeña encantadora! Si quieres ganarte un lugar con el presidente Alberto, dependerá de lo bien que bailes, jajaja.
Raquel miró a Alberto, cuyos ojos brillaban con intensidad. Su mirada deslumbrante no pudo evitar lanzar un destello juguetón: -Entonces, parece que voy a hacer el ridículo frente a Ana y Nahia.
Raquel comenzó a moverse al ritmo de la música.
Su cintura de serpiente, estaba apretada por la falda negra ajustada, que la hacía ver suave y
delgada. Al moverse al compás de la música, realmente mostraba lo que es una cintura femenina, mortalmente seductora.
Lo que más llamaba la atención era que sus caderas coquetas se balanceaban de un lado a otro mientras estaba sentada sobre Alberto, con medias negras, mostrándole su sensual baile.
Todo el bar se llenó de una energía frenética; la gente gritaba y se agitaba, muchos se acercaron a rodear a Raquel, uniéndose al ritmo de su danza.
Era pura pasión.
En los ojos oscuros y sombríos de Alberto saltaron dos destellos rojos y peligrosos, mientras los demás no la reconocían, él la identificó al instante, jera Raquel!
¿Quién la dejó vestirse así?
¿Qué pretendía hacer?
Al ver a los hombres que la rodeaban, todos absortos observándola, ¿había venido ella a seducirlos a todos?
Alberto bajó la mirada, recorriendo con los ojos su figura que se movía de forma provocativa. ¿ Cuántos rostros tenía ella?
Era la fría y celestial diosa.
También era la ardiente y cautivadora mujer fatal.
Cada faceta de ella lograba que los hombres se enamoraran.
Mientras Raquel seguía bailando, su cintura flexible se tensó de repente, y el fuerte brazo de Alberto la rodeó, atrayéndola hacia su robusto pecho.
Raquel levantó la mirada y se encontró con los ojos estrechos y oscuros de él, llenos de una calidez gélida y peligrosa.
Con una sonrisa en sus labios rojos, dijo: -Presidente Alberto, ¿qué…?
-Raquel, ¿qué estás haciendo en mi cuerpo?
La sonrisa en el rostro de Raquel se congeló. ¿La había reconocido tan rápido?
Nunca pensó que su identidad fuera descubierta tan fácilmente.
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