Capítulo 229
Alberto siempre actuaba con rapidez y ferocidad, intimidando a todos con su crueldad.
Los guardaespaldas vestidos de negro se asustaron.
Los dos hijos de papá se quedaron estupefactos por un momento, pero luego comenzaron a maldecir: -¿Qué están haciendo? ¡Agárrenlo rápido!
-¡Sí, señor!
Los guardaespaldas de negro se lanzaron hacia él.
Cuando Raquel salió del vestuario, vio el caos que se desarrollaba frente a ella. Alberto, con una mano, enfrentaba a diez hombres, y los guardaespaldas de negro volaban por los aires, estrellándose contra la barra y rompiendo botellas de licor por todo el suelo.
¡Ah!
Todos gritaron aterrados y comenzaron a huir: -¡Se están peleando! ¡Se están peleando!
Raquel no podía creer que, en el breve lapso en que estuvo en el vestuario, Alberto ya estuviera involucrado en una pelea.
Últimamente, parecía que siempre estaba peleando.
Raquel corrió hacia él, acercándose a su lado. -¡Presidente Alberto!
Alberto acababa de derribar a un guardaespaldas y la miró. Ella, con sus grandes ojos brillantes, lo observaba sorprendida. —¿Presidente Alberto, otra vez metido en un lío?
Alberto pensó: ¿Quién es el que realmente mete en líos a quién?
Extendió la mano, sujetó el delgado brazo de Raquel y la arrastró hacia un rincón más apartado y seguro. Sus ojos, fríos como el hielo, reflejaban una amenaza mortal. —Quédate aquí y no te
muevas.
Luego volvió a lanzarse contra los guardaespaldas de negro.
Carlos, al escuchar el ruido, corrió hacia el lugar y vio que su querido Alberto estaba siendo atacado. ¡Malditos! gritó, y ordenó de inmediato: —¡Si se atreven a tocar a Alberto en mi territorio, cierren las puertas y mátenlos!
Carlos tomó una botella rota y se lanzó al ataque.
El caos era absoluto. Rápidamente, los guardias de seguridad del bar llegaron y sometieron a los dos hijos de papá y a los guardaespaldas.
Carlos no perdió tiempo y abofeteó a los dos hijos de papá. -¿Lo ven claro ahora? Si se atreven
Capitulo 229
a tocar a Alberto, ¿quieren morir?
Los dos hijos de papá ya se habían sobrado y reconocieron a Alberto.
273
¡Plop! Ambos cayeron de rodillas, aterrados. ¡Presidente Alberto, por favor, perdónenos…
Alberto los miró desde lo alto con frialdad, sin decir una palabra, y se giró para volver al lado de Raquel, tomando su delicada muñeca y llevándola con él.
Alberto arrastró a Raquel hasta una lujosa habitación y la lanzó directamente sobre la suave
cama.
Raquel intentó levantarse, pero antes de que pudiera hacerlo, Alberto se arrodilló sobre la cama, presionando sus manos a los lados de ella, y la acorraló bajo su cuerpo de forma dominante y feroz.
-Raquel, ¿qué demonios quieres?
Acababa de pelear, su cuerpo aún impregnado de furia y agresividad, y la miraba fijamente.
Raquel, con su rostro delicado, levantó su cara. -Presidente Alberto, necesito hablar con
usted.
-¿Y por eso te conviertes en la pequeña encantadora y te pones a hacer esos gestos en frente de mí?
¿Así de cruel sonaba su tono?
Comments
The readers' comments on the novel: El CEO se Entera de Mis Mentiras