Capítulo 260
Colgó el celular y Alberto se vistió rápidamente.
Raquel estaba sentada en la cama, con el medallón en la mano, pero al ver la prisa con la que él se dirigía al hospital, lo volvió a guardar discretamente.
La diversión de la noche anterior tendría que pagarse hoy con varios problemas.
Ana siempre había sido el obstáculo insalvable entre ellos.
Raquel también se levantó de la cama y dijo: -Presidente Alberto, iré contigo al hospital.
Alberto la miró, asintió y respondió un: –Ok.
Ambos llegaron al hospital, entraron en la sala VIP y encontraron a Ana.
Ana, con el rostro pálido, yacía en la cama, con una máscara de oxígeno en la cara y aún inconsciente. Su muñeca derecha estaba envuelta en gruesas vendas, de las cuales comenzaba a
filtrarse sangre.
Al ver a Alberto, María se acercó rápidamente: -¿Presidente Alberto, ha llegado?
Pero pronto se quedó paralizada, al ver a Raquel detrás de él.
Su rostro cambió de inmediato: -¿Presidente Alberto, cómo has traído a ella aquí?
Raquel la miró con frialdad, observando a su propia madre.
María, algo alterada, reprendió: -Raquel, ¿cómo te atreves a venir aquí?
-Anita no se sentía bien anoche, quería que el presidente Alberto estuviera con ella. Tú lo sabías, pero no dejaste de aferrarte a él. ¡Mira lo que has hecho, Anita se intento suicidar cortándose las venas!
-¿Estás contenta ahora? ¡Pues muchas felicidades, has conseguido acabar con Anita! ¡Sal de aquí ahora mismo!
María tomó un vaso de agua y lo arrojó directamente hacia Raquel.
¡Splash!
El sonido del agua y vaso resonó en la habitación.
Raquel no sintió el dolor, porque en ese instante, la figura alta y erguida de Alberto la cubrió, bloqueando el vaso.
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Raquel levantó la vista y vio a Alberto delante de ella.
El vaso de vidrio golpeó su cabeza, y la sangre comenzó a brotar.
Los ojos claros de Raquel se abrieron de par en par, sorprendida de que Alberto se hubiera interpuesto.
Maria también estaba en shock, inhaló con asombro: -¿Presidente Alberto, tú…?
El rostro impasible de Alberto no mostró ninguna emoción. Su cuerpo, grande y firme,
protegió a Raquel sin vacilar. Miró a María con frialdad y dijo: -Anoche fui yo quien la busqué. Si alguien tiene la culpa, soy yo. ¡No, la toques!
Alberto en efecto había dicho: ¡Que no la tocaran!
El rostro de María se volvió completamente pálido.
Raquel rápidamente se acercó, tomó una toalla y presionó sobre la herida de Alberto en la cabeza. —¿Te duele?
Al ver los ojos de Raquel, tan suaves y preocupados, Alberto le replico. -No pasa nada.
Raquel sintió su corazón ablandarse. Ya se había acostumbrado a los ataques de María, pero no entendía por qué él la protegía de esa manera.
En ese momento, Ana se movió en la cama, despertando.
María, contenta, exclamó: -¡Presidente Alberto, Anita ha despertado!
Alberto inmediatamente apartó la mano de Raquel que le estaba ayudando a detener la
hemorragia y se acercó rápidamente a la cama de Ana.
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