Capítulo 280
Los ojos de Alarico brillaron al ver a Elena. -¿Elena, eres tú?
Elena llevaba una blusa blanca y azul con cuello marinero, y una falda corta negra que acentuaba perfectamente su figura. De pie frente a Alarico, con las piernas juntas, sonrió dulcemente y dijo: -Alarico, hoy me dejaste subir a tu e para refugiarme de la lluvia. Ahora yo te ayudo con el paraguas. Creo que estamos a mano.
Alarico sonrió.
—Alarico, ¿tienes una cita? Si es así, quédate con el paraguas. Yo me voy.
Dijo Elena, comenzando a alejarse.
Sin embargo, después de dar un paso, tropezó y se torció el tobillo, soltando un “¡Ay!” de
dolor.
-¿Elena, qué es lo que te pasa?—Alarico se acercó rápidamente, preocupado.
Elena, con los ojos llenos de lágrimas por el dolor, lució débil y vulnerable. -Me torcí el
tobillo… duele mucho…
–Déjame llevarte a la enfermería para que te lo revisen.
Dijo Alarico, extendiendo los brazos y levantando a Elena en brazos.
Elena, mirando su rostro juvenil y atractivo, preguntó: -Alarico, ¿no te hará esto llegar tarde a tu cita?
Alarico sonrió.–Mi cita no es más importante que tú.
El rostro de Elena se sonrojó y dijo: -Entonces, llévame a la sala de danza, allí tengo un
ungüento.
Alarico la cargó hacia la sala de danza, mientras Elena miraba su rostro guapo. -Alarico, ¿ cómo me conociste?
Alarico pensó un momento y respondió: -Recuerdo que fue en un partido de baloncesto en la Universidad del Futuro. Yo era el capitán del equipo de baloncesto y tú, la capitana de las porristas. Te vi bailar meneadito en la cancha, y en ese instante te noté. Aunque, en ese momento, parece que no te interesaba mucho ninguno.
Elena siempre había sido la capitana de las porristas, y esa vez, con su atuendo de animadora, bailaba con tanta energía que su cuerpo se movía al ritmo de la música, provocando gritos en todo el estadio.
Esa fue la primera vez que Alarico la vio, y era imposible no notarla, ya que todos los
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jovencitos a su alrededor hablaban de ella, comentando que era la “chica más hermosa” del departamento de danza.
De hecho, en la Universidad Futuro, el departamento de danza tenía dos grandes atractivos: uno era el busto de Elena, y el otro era el culo de Renata, ambas irresistibles para los jóvenes con sus homronas en pleno apogeo.
Elena sintió una dulce calidez en su corazón. Así que, en ese entonces, Alarico ya le había gustado, aunque en ese momento ella solo tenía ojos para Ramón.
En ese instante, un trueno resonó en el cielo.
-¡Ah!—Elena gritó asustada y, sin pensarlo, rodeó el cuello de Alarico con sus brazos.
Alarico miró hacia abajo, con una sonrisa suave y una voz cálida. -¿Tienes miedo de los truenos?
Elena asintió, algo nerviosa.—Sí.
Alarico sonrió.–Qué miedosa eres.
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