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El CEO se Entera de Mis Mentiras novel Chapter 315

Capítulo 315

Alberto sintió un vuelco en el corazón. Quiso decir algo, pero en ese momento sintió la palma vacía: Raquel ya había retirado su mano.

Alrededor de Raquel se encontraba mucha gente, todos jóvenes destacados y talentosos. Entre ellos estaba un tal Santiago, también graduado de la Universidad de Harvard, y ahora una figura prominente en el mundo del internet, joven director ejecutivo de una empresa que cotiza en bolsa.

Santiago miró el hermoso y delicado rostro de Raquel y le preguntó con una sonrisa: –Raquel, ¿puedo preguntarte cuál es tu situación sentimental?

Alberto observaba a Raquel. Ella arqueó levemente sus cejas delgadas como hojas de sauce y respondió: -Soltera. Se puede intentar.

Soltera. Se puede intentar.

Esa frase hizo que los ojos de Santiago brillaran al instante. Sacó su celular. Raquel, como compañeros egresados, ¿nos agregamos en WhatsApp?

Raquel asintió. —Claro, Santiago.

Raquel y Santiago se agregaron mutuamente en WhatsApp.

Alberto los observaba desde un costado. De pronto recordó aquella vez que Raquel rechazó su solicitud de amistad. Quizás simplemente no quería agregarlo.

Pero a otros los agregaba.

A Santiago lo llamaba con familiaridad por su nombre.

A él, en cambio, solo lo llamaba presidente Alberto. Nunca lo había llamado por su nombre.

El corazón de Alberto se sintió de pronto vacío, como si hubiese perdido algo muy importante.

-¡Raquel!

En ese momento llegaron doña Sara, Ana, Rosa y María, pero no pudieron acercarse, ya que Raquel se encontraba en la zona VIP, a la que ellas no tenían acceso.

El personal de seguridad las detuvo de inmediato. Lo siento, señoras, no pueden pasar.

Doña Sara alzó la mirada hacia Raquel, visiblemente emocionada. -¡Vengo a ver a Raquel! ¡ Soy su abuela!

Jamás se le habría ocurrido a doña Sara que aquella a quien siempre consideró la mancha de la familia Pérez terminaría siendo una chica prodigiosa. Estaba ansiosa por verla.

Capitulo 315

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Raquel oyó el alboroto y giró la cabeza para mirar.

Uno de los empleados se acercó con respeto. -Señorita Raquel, estas personas quieren verla. Esta señora afirma ser su abuela.

Doña Sara forzó una sonrisa. Raquelita, soy tu abuela.

¿Raquelita?

Era la primera vez que Raquel escuchaba a doña Sara llamarla así, y no pudo evitar sonreír. -¿ Abuela? Si no recuerdo mal, creo que hace apenas una hora rompimos toda relación, ¿cierto?

Doña Sara se quedó pasmada.

La mirada de Raquel se apartó del rostro de doña Sara y se posó sobre Patricia y Rosa, madre e hija. Patricia lucía visiblemente incómoda, y Rosa, quien siempre había sido altiva, ahora parecía haber perdido toda su arrogancia; la miraba con una expresión perdida, desorientada.

María y Ana, también madre e hija, se encontraban más atrás. Sus rostros mostraban una expresión sombría, la observaban con rencor y envidia.

Patricia intentó suavizar la situación con torpeza: -Raquel, lo que dijo la abuela antes fue solo por enojo. Al fin y al cabo, seguimos siendo una familia.

Raquel permaneció erguida con esa pureza serena y delicada que la caracterizaba. Parpadeó suavemente y miró a doña Sara. -Entonces, ¿ahora quieren volver a ser mi familia?

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