Capítulo 326
–Raquel está casada, pero ya se ha divorciado. Claro que la voy a cortejar.
-Jaja, parece que Santiago realmente ha desarrollado sentimientos por Raquel.
–Raquel es muy especial, no es como las chicas que he conocido antes.
Santiago y aquel compañero se alejaron.
Raquel, naturalmente, escuchó su conversación. En realidad, ya había notado que Santiago sentía algo por ella. Durante la comida de carne asada, había mencionado intencionadamente que ya estaba casada para intentar hacer que él perdiera el interés.
En ese momento, un dolor agudo recorrió su mandíbula. Alberto apretó con fuerza el dedo, sujetándola aún más.
Raquel frunció el ceño. -Me estás lastimando.
Alberto la miró, la esquina de su boca se curvó en una leve sonrisa burlona. -No me esperaba que tu encanto fuera tan grande.
Ya había visto a muchos hombres interesados en ella. Santiago, de hecho, era uno de los más destacados de su generación, y también había caído rendido ante ella. Ni siquiera le importaba que estuviera casada.
Raquel aprovechó la oportunidad y le quitó rápidamente el teléfono. -Mi encanto puede ser grande, pero no podría conquistar al presidente Alberto, ¿verdad?
Se giró para irse.
Pero de repente, un brazo fuerte y musculoso rodeó su delicada cintura, y Alberto la atrajo directamente hacia su pecho.
La suavidad y dureza de sus cuerpos se presionaron fuertemente a través de la fina tela de sus
ropas.
Raquel luchó de inmediato. —¡Presidente Alberto, ¿qué estás haciendo? Si sigues así, voy a gritar pidiendo ayuda!
-Raquel, ¿nos hemos visto antes?
Raquel se detuvo un momento.
Alberto sacó una foto, la misma que había tomado con ella en el escaparate.
Las pupilas de Raquel se contrajeron al instante. ¿Cómo llegó esa foto a sus manos?
Alberto observaba fijamente su rostro y volvió a preguntar: -Raquel, ¿nos hemos visto antes?
Capitulo 326
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Raquel se sintió algo confundida. No esperaba que esa foto llegara a sus manos. ¿Cómo debía responder ahora?
Él no recordaba lo que había sucedido en aquella cueva. ¿Debería contarle y tratar de hacerle recuperar la memoria?
Pero él ya estaba con Ana.
Él amaba profundamente a Ana.
Raquel colocó ambas manos contra su pecho fuerte, intentando empujarlo hacia atrás. Su cuerpo delicado se retorcía en sus brazos. -¿Es tan importante esta pregunta?
Se movía como una serpiente de agua inquieta, y el cuerpo de Alberto, que llevaba mucho tiempo inmóvil, comenzó a entumecerse, su respiración se volvió más pesada. Su gran mano se posó en la curva de su cintura, apretando con fuerza, y su voz se volvió ronca. —Raquel, quiero saber cuánto tiempo te llevo gustando.
¿Quería saber cuánto tiempo le había gustado?
¿Y luego reírse de ella?
¡No tenía ese derecho!
Raquel se puso de puntillas y, abriendo la boca, mordió la esquina de sus labios.
¡Sss!
Alberto se quejó del dolor. Raquel le había mordido el labio.
Aguantando el dolor, Alberto, con una indiferencia tranquila, movió la nuez de su garganta y, en una voz baja y ronca, la calmó. -No muerdas aquí, alguien podría vernos.
Raquel hacía mucho que no escuchaba su voz de esa manera: dulce, reconociendo su deseo y
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